Opinión | Con vistas al Naranco
Paquito salvando charcos de Buenavista
Tras el fallecimiento del histórico futbolista del Oviedo
Rafael Alberti poetizó a Platko, guardameta histórico, luego, salvo las letras menores de Wenceslao Fernández Flórez, se abrió brecha entre Escritura y Deporte. Los krausistas habían idealizado el sport en la Institución Libre de Enseñanza, en especial el Alpinismo, pero después nadie, salvo quizá un joven Delibes, cantó las gestas de Lángara, Herrerita o Emilín, por muy legendarias que fueran en la preguerra y la reconstrucción de la España post bélica. En los casi militarizados gimnastas del llamado Frente de Juventudes nunca experimentaban las solitarias proezas de Joaquín Blume al que dejaron sin viajar a la Olimpiada de Melbourne. El primer cuadro conocido de Paulino Vicente, "El Mozo", era un cabezazo de Herrerita, secundado por Emilín y Antón "El de la boina" a Oscar, portero sportinguista en el Molinín, como se llamó en orígenes. Ni siquiera los Regueiro, Kubala o Di Stéfano tuvieron cantor a la altura de calidad deportiva. Los muy nuestros Ángel González, Gamoneda y el nadador Bousoño, en división de honor de la Literatura, parecían alejados del fenómeno fútbol. Tuvieron que venir Manolo Vázquez Montalbán, en los novísimos de Barcelona, o Juan Cueto, éste bien nuestro, para reconciliar el implantado Balompié con la Escritura. Eso explicaría que en el tiempo glorioso de Paquito no había quien se fijase en la pura armonía de su zancada, o en el arrastre del balón hacia la Libertad. Sus patadones eran proverbiales sacando balones del barrizal de charcos de Buenavista, el de Tribuna Sánchez del Río, hoy desaparecida sin visera en Cagatraba.
La madre de Paquito tenía pensión a la que me llevó un fraile dominico a saludar al Osasuna de Areta III y al ídolo ovetense. Desde entonces no le perdí ojo de reojo. En el filial juvenil Vetusta, recuerdo que con José María eran los únicos capaces de llegar la pelota al área pequeña en saque de esquina, o corner, para que rematase José Jorge en jugada ensayada. Un corner era medio penalty le decían a Kalmar en el húngaro Honved o "al tercer corner, penalty", grito coral arbitral del fútbol escolar. ¿No dicen penalty-corner en hockey?
Se terminaban la WM, el dorsal 5 para el defensa central y apenas iniciaba furor la transición brasileira del 4-2-4. Mientras la insensatez de unos directivos encharcaba el centrocampista de Buenavista, la línea media Iguarán-Paquito, superior a Muñoz/Zárraga, Mauri/Maguregui o Vergés/Gensana, daba juego a delanteros mágicos (Artabe, Hermes González, Lalo, Cuervo, Castro, Amarilla, Masey…) y era capaz de bajar a su vez junto a Toni I, Alarcón, Manolón Álvarez, Caldentey, Laurín o Marigil, dando a los oviedistas la seguridad de que no caerían a los infiernos dantescos de Segunda. No sé si leí en Sámano, García Candau, Azparren, Cuco Cerecedo resucitado, Segoma, también resurrecto, o cualquier otro sabio de la crónica sobre aquel momento fabuloso, mejor poético sin poeta.
Tras época álgida vino la resaca. Las finanzas chirriaron insostenibles y el presidente Velasco se sintió con el agua al cuello hasta dar venta a los diamantes. Lo supe muy bien pues el mismo Chuché Velasco me quiso para su directiva en la seguridad que mi juventud y mis supuestos conocimientos contables serían auténticos torpedos del calibre Puskas a la Federación y las directivas de otros clubes. Mi abuelo, Antonio Hidalgo, vetó mi intervención por los riesgos académicos en Deusto y en derivada financiera, desde la dirección del Banco Herrero, que no avalase ni una peseta. En fuero interno tampoco estaba dispuesto a renunciar a lo que ya eran entusiastas compromisos clandestinos. Mi paso futbolero habría durado semanas sin competición pues jamás tragaría el traspaso de Paquito y Sánchez Lage. Y volvimos al fango. Juan Eladio Llaneza, extraordinario ingeniero-contratista ideó contra el Lloviedo del poeta Beltrán un drenaje ad hoc no precisamente barato pero los directivos siguieron con los charcos que incluso a algún míster le hacían tilín. "El esférico rueda mejor, con la pesadez del fango, cuando la soberbia corpulencia valladar Iguarán - Paquito lo saca para abrir el cerrojo de buscadores a toda costa de empate". ¿Ese aforismo- ¿Matías Prats senior dixit? - era clave para "punto ser punto" en Buenavista? Época no tan lejana en que empatar era la mitad de victoria. José Manuel Ponte sostiene la leyenda que para el triunfo de Paquito hubieron de mojar botas y círculo central del césped de Mestalla. El otro genio traspasado, Sánchez Lage, descubierto en Argentina, tiempo Picabea/Argila, por un pariente del exalcalde Serrano, pese a jugar de interior, se adaptó antes fatigando las bandas. ¡Ay esa banda derecha que en réplica a Gento coronó a Chus Herrera!
Y en esto, todo cambió en Oviedo ya sin charcos ni Iguarán-Paquito.
¡Ah, olvidaba dar nombre y apellidos!, pero es que nunca los supe desde aquel mediodía en la pensión materna. ¡Siempre fue Paquito, a lo más el Paquito de Iguarán y Paquito! Dicen que falleció, pero hay tantas fake news sueltas por el Mediterráneo de los fantasmas que vaya Vd. a saber si es cierto. Hasta que no confirmen Vázquez Montalbán, Cuco Cerecedo, Matías Prats sr. y/o Juan Cueto, no lo creo.
Si el Oviedín asciende, incluso sin charcos, lo sabremos pronto.
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