Opinión

La mentira de la Navidad

El olvido del auténtico significado de la fiesta

Me paseo por las calles cargadas de luz, de bullicio, de gentes empaquetadas y no puedo evitar un sentimiento de tristeza profunda, la decepción social más alarmante, pues hemos conseguido vaciar de contenido y de verdad las fiestas, como decía Raphael, «las del corazón, las que se viven en familia», y los acontecimientos más entrañables. Y la Navidad es sin duda la gran damnificada, la fiesta más estropeada por los hombres y mujeres de hoy. Unas fiestas de significado profundo para muchos, por no decir para todos, que son celebradas por la gran mayoría sin referencia alguna a su motivación original y su verdadero contenido. Por eso, me apetece esta mañana, aunque resulte duro o poco correcto, denunciar con honestidad y lucidez, la mentira inmensa de nuestra Navidad.

Es mentira creer que celebramos el sentido solidario de la humanidad y, al mismo tiempo, organizar la Navidad, la vida entera, de manera individualista y egoísta, ajenos totalmente a los sufrimientos y miserias de nuestros vecinos.

Es mentira creer que celebramos una fiesta que es oportunidad liberadora, y no esforzarse por ser más humano cada día, o poner un pequeño granito de equidad y de justicia en un mundo tan desigual.

Es mentira creer en un tiempo para restaurar todo lo humano, y colaborar en la deshumanización de nuestra sociedad, insultando de manera ignorada con nuestro estilo de vida la dignidad y los derechos de las personas.

Es mentira creer en un tiempo de novedad y de esperanza para un mundo loco, y pasarse la vida sin hacer nada por nadie, ¿quién de nosotros levanta la voz por las gentes tiradas en las calles, o las víctimas en Gaza o Ucrania, o los ahogados en travesías crueles hacia una nueva vida?

Es mentira enviar felicitaciones coloridas y pomposas, mensajitos absurdos y prefabricados por wasap, a conocidos y menos conocidos, o desear un feliz Año Nuevo, y no hacer nada por construir condiciones nuevas de vida para un mundo más feliz para todos.

Es mentira cantar y celebrar la paz en estas fiestas navideñas, y no hacer nada por que desaparezcan las causas de los conflictos y no levantar la voz en una sociedad cada vez más adormecida y amedrentada, para desterrar la violencia de una vez para siempre de nuestra sociedad, de nuestro mundo.

Es mentira hacer montones de regalos a nuestros familiares y amigos, practicar falsas caridades en días de emociones con lo viejo y lo sobrante, y no saber regalarles un poco de cercanía, un mucho de compromiso sincero, saber ofrecer convicciones vitales estables.

Es mentira vivir la Navidad como una ocasión para realizar gestos tranquilizantes de conciencias, y vivir luego sosteniendo una sociedad salvajemente desigual y clasista, cantar y derrochar en estos días de borrachera ególatra, ignorantes de las diferencias e injusticias cada vez más palpables e insultantes.

Ya sé que se nos ha quedado un mal cuerpo, alguno torcerá el gesto, otros me llamarán aguafiestas, incluso alguno pensará que soy un loco callejero, o un insumiso social. Nada de eso me importa. Solo quisiera que este mal cuerpo nos empujara a vivir una fiesta con verdad, con sentido, con profundidad, con coherencia, y sobre todo con un poco de sentido de humanidad. Y si no fuera pedir mucho, con un poco de esperanza en el Dios que se encarna, la única razón para pronunciar la palabra Navidad. n

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