Opinión

La vida en la otra dimensión

El paso de los años y las vivencias en calma

Sentada en un banco del jardín mientras mis ojos se inundan de la luz del norte, parecida a la de ningún otro sitio, busco la paz para aplacar las emociones que a veces se arremolinan en mi interior en una forma de tosquedad y delirio que resulta difícil de controlar.

Algunos estamos en época de inevitable balance: los retos que hemos enfrentado, los logros conseguidos y las lecciones aprendidas. Si dices tener un pie en otra dimensión pensarán de ti que estás loco, pero lo cierto es que hay muchas ocasiones, y circunstancias varias, en las que hacer un viaje a contrapelo por tu conciencia te enseña que no estás solo. Un viaje a contrapelo para tratar de recordar que los espíritus de tus muertos siempre te acompañan, te protegen y te cuidan.

Aclaro, por si ayuda a explicar los lodos en los que resbalamos últimamente, que eres tú quien decides tu vida y resuelves tus problemas, pero la eterna pregunta sigue sin respuesta: ¿Habrá vida más allá de la vida que conocemos?, y esta cuestión es el bastión principal de la intolerancia, amén de puerta de entrada a múltiples discusiones, desacuerdos y miedos existenciales, sobre todo cuando uno se aproxima a la jubilación.

Amaneció este día, como tantos otros en Oviedo, con una cierta tirantez en el cielo; esa tirantez oscura con la que no se sabe si lloverá, y parecía encajar en el paisaje la impresión de estar ante un silencio denso, sin base física, que lo ocupa todo, ¿o es que acaso solo somos materia? .Yo, después de las dudas, creo en la eternidad.

Al final hoy no ha llovido.

Hacerse mayor es un privilegio, y si es cierto que te haces mayor cada hora que pasa no es menos cierto que tienes un pie en esa otra dimensión (desconocida para muchos) cuando eres capaz de disfrutar cada día como ese día viene, cuando agradeces, pero sobre todo cuando puedes relativizar los hechos desde la calma. Todo ello junto significa que estás curtido en mil batallas y que el tiempo te ha enseñado a mirar.

Disfrutar de cada día no es un objetivo fácil: hay personas que ante esta disyuntiva mantienen una situación descreída y existencial pero los perdonamos porque el ruido del mundo los ensordece y los aleja de la verdad, así que debemos de ser auténticos titiriteros para ser felices porque cada vez hay más gente explicando cómo vivir mejor y menos gente viviendo bien; será por eso que la educación emocional va adquiriendo más peso específico, porque la felicidad no está en el éxito sino en la paz interior y como ya decía Epícteto: un hombre rico es aquel que está contento.

Llegados a este punto y con una historia inacabada entre las manos, podríamos decir de forma más o menos empírica que pisamos esa otra dimensión cuando estamos enamorados, cuando ayudamos a los demás, cuando sufrimos, pero sobre todo, cuando vivimos con pasión. Son los viajes de ida y vuelta de las nostalgias, de los recuerdos y de las imposiciones materiales; todo se mezcla para conformar un mundo tan espiritual como los propios confines del universo.

Según pasan los años es complicado sentir que no estás en primera línea en algunos aspectos aunque mejoras en otros que requieren sensatez; que tus conocimientos, por muchos que acumules, se quedan algo trasnochados ante las nuevas tecnologías; que ya no ocupas el centro del universo y que eres un ser diferente entre las jóvenes generaciones. Aunque hacerse mayor también significa que sabes mucho y presumes menos; que quieres mejor y perdonas más. Ser mayor es valorar el tiempo que te queda y disfrutar de la conversación de un niño; elegir las compañías y sobre todo elegir a quién cuentas tus secretos, porque aun así, tener sesenta, setenta u ochenta, son fases de la vida que mejor no perderse. Aprendamos. Parece que hacerse mayor pasa a ser un privilegio y saber envejecer con elegancia, un lujo.

Pero ya lo decía Cicerón: los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.

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