Opinión | Con vistas al naranco
El reló de agua
Memorias de cuando la plaza de la Catedral fue un lago
Chus Neira ha escrito en estas páginas un extraordinario recordatorio sobre lo que se llamó en la primavera de 1986 Quincena del Agua, nombre inspirado en eslogan comercial que tuvo éxito con la tienda Al Pelayo de los cincuenta, donde otrora vivió fugazmente Valero de Urría, del que vengo sosteniendo es el mejor ovetense del XX. Siguiendo a Chus Neira, en efecto, fue envoltura o carcasa para propiciar atención de propios y extraños a alternativa del gravísimo problema de abastecimiento del líquido elemento y sus pérdidas por la red que quedaría encauzado definitivamente. Además de las visitas nocturnas a lo que mi padre llamaba "La Bodega", los depósitos del Cristo, hoy parque infantil muy concurrido, también me influyó la épica de Salime, que me contaba mi abuelo materno, consejero de Hidrocantábrico, con Vaquero Palacios, responsable de envolver la maquinaria en artísticos murales, imposibles de comprender sin los antecedentes pictóricos e ingenieriles del autor, que lo es también de la Fábrica de Gas. Atenta debe estar toda la ciudad a las audaces intervenciones de Mangado en San Lázaro y en la inacabada del Museo.
El reportaje me ha traído al magín el recuerdo de personalidades fantásticas, Esteban Carreño, Chus Quirós, Vivancos, Begoña Muñoz, Quique Pañeda, Nacho Manjón, Pedro Silva… y otros muchos, a los que no correspondía citar en limitado texto, pero para mí imprescindibles, Avelino Martínez, Jesús Aparicio (este sí en foto), Landeta (también en foto), Ovidio Sánchez, Luis Arce, J. A. García Arias, Carlos Fuente… entre varios. Neira da el nombre, que yo había olvidado, de Bernard Gitton, el físico del llamado reló de agua (Me gusta más esta grafía académica de reló que la habitual reloj).
Nuestro reló de agua tuvo su particular y fugaz recorrido asturiano. Lo había visto yo en una construcción aledaña a los parisinos Campos Elíseos. A Carreño y a Chus Quirós les pareció fenomenal para incorporar al lago de la plaza de la Catedral. La gestión la hizo para nosotros Manuel Díaz, inolvidable amigo, vicealcalde de París. El reló viajó hasta nosotros con el ingeniero montador y su esposa. Al término de la Quincena, José María González del Valle, fantástico comunicador, relaciones públicas del Banco Herrero, que había sido uno de los patrocinadores, nos pidió dejáramos exhibirlo en el patio del público, o de operaciones, de la central en la calle Fruela, donde estuvo varios meses. Esas oficinas del Herrero, obra del arquitecto Manuel del Busto, retocadas en 1932 por Jesús Meana, espero no se degraden con las hostiles pretensiones del BBVA, pues se corre el riesgo de puñalada a la piel de Oviedo.
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