Opinión | Con vistas al Naranco
El "ovetense" Federico Mayor Zaragoza
La vinculación con la capital asturiana del político recientemente fallecido
"Mi grito de guerra: ¡PAZ!", Aida Masip, "Aun por navegar"
He leído varios obituarios sobre una personalidad singular, Federico Mayor Zaragoza, de los que me sorprende ninguno mencione Oviedo cuando vino hasta aquí a contraer matrimonio, con la también farmacéutica María de los Ángeles Menéndez González, cuyo padre tenía a su vez establecimiento abierto de farmacia. Pero me interesa destacar más su colaboración, ya antes de ser Director General de la Unesco, para incluir los monumentos prerrománicos en la valiosa nómina de Patrimonio de la Humanidad. Le conocí, siendo yo Consejero de Cultura, en su despacho de ministro en la madrileña Gran Vía introducido por el rector López Cuesta empeñados en conseguir para Asturias el llamado INEF (Instituto Nacional de Educación Física), con cuyo título opositará pasando los años Carlos Contreras, que ha sido muy buen fisioterapeuta mío.
Sería 1983-84 cuando recurrí de nuevo a Federico que, con Samaranch, era de los escasos miembros de la administración española, ambos categoría de embajadores que, con grandísimo mérito personal, mantenían lazos con organismos internacionales (ONU y otros). En concreto, no dudé en dirigirme personalmente al ovetense consorte, en cuanto supe que su perfil, campeón internacional de la paz, tentaba al PSOE, mi partido, presentarle de independiente a la alcaldía de Madrid para suceder al carismático Enrique Tierno. Antes, o quizá a la vez, solía coincidir con él en los entreactos de la temporada de ópera del Real, donde la presencia de aficionados ovetenses convertía ese espacio en prolongación del vestíbulo genialmente readaptado por Nanclares/Casariego del Campoamor (Agatha Pidal/Ignacio Herrero; Begoña del Rey/Ramón Bances; Cristina Fontana/Thierry Reyners; los Rodríguez-Arango Inciarte; Sagi; María Jesús y Luis Álvarez Bartolomé; Gutiérrez Arias/Saavedra…). En una de aquellas veladas operísticas, Federico me contó que había quedado con Amadou-Mahtar M’Bow, al que andando el tiempo sucedería en las riendas de la Unesco, ocasión que resultó pintiparada para deslizarle un catálogo con el que nos hicimos en la librera Cuesta Moyano aunque ya estuviera en el expediente. También tuvimos la visita al Naranco de la embajadora de Francia en el organismo, Mme. Camille Cabana, traída por Manolo Díaz. Hicimos otras gestiones a través del representante español Morodo Leoncio. Lo cierto y verdad es que Federico hizo honor a sus vínculos ovetenses y cuando se le ensalza justa y merecidamente como adalid de la Paz, también cabe recordarle por prestigiar nuestros monumentos singulares.
Nunca tuvimos aquel INEF que suplicaba a Mayor Zaragoza junto a Teodoro López Cuesta, pero sí el PRERROMÁNICO ¡en la nómina de Patrimonio de la Humanidad! n
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