Opinión

Solidarios contra la indiferencia

Podemos contar cuántos niños mueren al minuto, pero ya nada nos conmueve ni nos daña un ápice

La actitud más inhumana ante el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que mueren de hambre en el mundo es, sin duda, la apatía y la insensibilidad de quienes nos sentimos a salvo de tan trágica situación. Envueltos en un mar de noticias, de medios, de imágenes y de sobresaltos, hoy sabemos más que nunca de la miseria humana, del hambre y de las desgracias que asolan tantos rincones de nuestro mundo, el que tendría que ser un hogar de iguales, pero que nosotros hemos convertido en una jaula de injusticias. Por todo ello, lejos de estimular nuestra solidaridad, nos hemos acostumbrado a mirarlo con resignación, mucha indiferencia y apatía.

Hemos aprendido a quedarnos indiferentes ante las cifras, las imágenes y los números que nos hablan de la miseria y de la muerte. Podemos calcular cuántos niños mueren de hambre en cada minuto, cuántos hombres y mujeres inocentes mueren en el paso de un océano salvaje en busca de una nueva vida, pero nada nos conmueve, ni un ápice hace daño a nuestra conciencia. Las imágenes más crueles y trágicas que pueden aparecer en las pantallas quedan rápidamente olvidadas o borradas por cualquier banalidad, por simplezas o cualquier otra tontería que trate de narcotizar nuestra existencia.

La muerte, la guerra, el hambre, los desplazados, son las más inmorales de todas las situaciones, sabemos que son evitables, pero solo provocan nuestra indiferencia e incluso nuestra complicidad. Nos tranquilizamos diciendo esas palabras de los que se dicen expertos, que ahora hay para todos, sobran los alimentos y falta la solidaridad.

La indiferencia en nuestro mundo occidental alcanza ya cotas escandalosas y provocativas. Todavía estas Navidades pasadas hemos podido ver en los medios y en la prensa situaciones dramáticas de miseria y de hambre, y no solo en países lejanos, sino también vemos cómo crecen escandalosamente en nuestro propio país, en nuestra propia ciudad.

No dejan de bombardearnos con cifras del aumento de la pobreza infantil, de las familias en urgencia energética, de cómo cada vez más personas viven en el umbral de la pobreza y la exclusión social. ¿Cómo se puede calificar esta situación?

Mientras miles de personas mueren víctimas de guerras absurdas e irracionales, y tantos otros de hambre, en nuestras sociedades ricas, la mayoría de nosotros vivimos preocupados de problemas sin importancia… Sobre la misma tierra caen cada día tantos hombres y mujeres vencidos por el hambre y nosotros, los bien alimentados, los satisfechos, paseamos, corremos, hacemos jogging, todo para bajar de peso, no sé si corporal o tal vez, en nuestro caso, de cerebro y de nuestro pequeño corazón.

Este es nuestro peor pecado y nuestra mayor vergüenza: la indiferencia ante el sufrimiento de nuestros hermanos. Pero hoy quiero deciros, con satisfacción y con mucha esperanza, que son muchas las comunidades, muchos hombres y mujeres de nuestra ciudad, los que siguen creyendo en la condición humana, que siguen llevando a gala una esperanza transformadora, un compromiso por mutar esta cruda realidad que no puede dejarlos indiferentes.

Son muchas las comunidades las que este próximo fin de semana celebrarán lo que tradicionalmente llamamos la "Campaña contra el Hambre"; animados y empujados por Manos Unidas, tratamos de paliar, aunque solo sean pequeños agujeros y pequeños parches, que nos ayuden a superar las situaciones de injusticia y de sufrimiento que hay en tantos rincones de nuestro mundo. En nuestra comunidad de Covadonga, en Teatinos, haremos un esfuerzo importante, llevamos ya mucho tiempo trabajando, con mucho arraigo y con mucha ilusión entre la gente de nuestro barrio, viviremos un "Rastrillo solidario" del viernes 7 al domingo 9, promoveremos montones de actividades con pequeños y mayores, celebraremos una Carrera-Marcha popular el domingo 23 de febrero. Un sinfín de actividades que pretenden romper esa indiferencia y paliar, aunque solo sea con un poco de pan, con una pequeña escuela, con un pozo de agua, con una sonrisa esperanzadora, el sufrimiento de tantos hombres y mujeres de nuestro mundo. No tengas miedo, rompe tu indiferencia y únete a nosotros.

Este año, nuestro compromiso se dirige a Sudán del Sur, en la ciudad de Wau, de unos 160.000 habitantes. Para un programa de "Inclusión social y laboral de población de situación en riesgo", en colaboración con los Salesianos de la zona. Como consecuencia del estallido de la guerra en abril 2023, el número de refugiados se ha incrementado considerablemente y, con ello, no solo la necesidad de proveerles de alimentos y alojamiento, sino también la de ofrecerles formación profesional en algún oficio que les permita ser autosuficientes a la mayor brevedad posible, para que se integren rápida y pacíficamente en la comunidad. Todo un reto para las pequeñas comunidades y parroquias de nuestra ciudad, pero cuantos más seamos, cuanta mayor sea la implicación seguro que lo conseguiremos.

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