Opinión | Las crónicas de bradomin

Nunca te acostarás...

Una sorprendente visita al museo Reina Sofía

Hacía ya algún tiempo que mis visitas a Madrid, casi siempre tenían como componente primordial realizar visitas a museos y recintos expositivos –fundaciones, exposiciones temporales o eventos culturales en general–, principalmente los temáticos: museo Naval, del Ejército, Arqueológico, Biblioteca Nacional… un largo etcétera; incluso, hasta el museo del Real Madrid.

En cuanto a lo artístico, aun reconociendo mi precaria formación, confiaba siempre en los mínimos recomendados: la primera impresión, la intuición; la razón por lo que te atrae la obra, o lo contrario, la reacción emocional que te provoca: líneas, colores, conceptos. Aquella costumbre poco a poco se fue diluyendo. Entre los grandes olvidados siempre había sentido uno en especial: el Guernica.

En uno de mis garbeos por la capital, decidí contactar con Benjamín, buen amigo ovetense que hacía ya algunos años que trabajaba en el servicio de seguridad del Museo Thyssen. Resultó que lo habían trasladado al Reina Sofía. Total, que me preparó la visita al museo. Quedamos un sábado a las 10.00 horas en punto en el control de entrada del Edificio Sabatini.

Segunda planta, sala 205.10. Amplio espacio dedicado exclusivamente a tan afamada obra. Acompañan a la misma media docena de fotografías en las que se pueden contemplar la evolución del trabajo en el estudio del pintor. Quedo impresionado ante el tamaño y complejidad de la obra. Frente al impresionante mural no más de ocho personas. A mi espalda, escucho la voz de una persona haciendo observaciones sobre el lienzo; poco a poco me voy retrasando hasta ponerme a su altura. Hombre de mediana edad. Pelo entrecano, con melenita bien cuidada; gafas de pasta de gruesa montura negra; traje y camisa oscura con pañuelo de seda al cuello. Hablaba lo suficientemente alto como para que nos enterásemos los más cercanos. Le acompañaba una belleza rubia, tan interesada como algo cohibida por la situación.

El sujeto llevaba una carpeta de la extrajo una lámina de la obra convertida en cuadrículas numeradas. A continuación le oigo decir: "la complejidad del trabajo es tal, que podríamos hablar de varias obras dentro de la misma, veamos. Si cogemos el segmento 8 al 14 y lo unimos al 15-22 y al 23-6, formaremos un triángulo, que por si solo sería una obra independiente. Lo mismo ocurriría si tomamos el 32 o el 40 [¿?], tendríamos otras figuras geométricas, lo que nos llevaría a pensar que tendrían sus algoritmos propios". Todos estábamos ya pendientes de aquel tipo, hasta que finalmente decidió pasar a la sala colindante.

Yo por mi parte había quedado apabullado. Todavía quedé observando durante un buen rato tan desconcertante pintura, buscando encontrar en ella lo que mis ojos no lograban discernir.

Finalizada la visita, pregunté por mi amigo para despedirme y agradecerle el favor, y de paso comentarle lo de aquel tipo. "Bueno, que me vas a contar, todos los días ocurren cosas. Conocí un caso en el Thyssen, de un sujeto que repetía visita todas las semanas y siempre llevaba encima al menos media docena de gafas con cristales de distintos colores". Mira, de la que empezaba en esto acudí a una conferencia de un considerado y afamado crítico, que más o menos venía a decir: "En el arte como en la filosofía, siempre causaron una profunda seducción entre la gente extraña, principalmente entre perturbados o psicópatas".○ n

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