Opinión | 950 años de la apertura del Arca Santa

El hilo suave de la Historia

Hoy se cumplen 950 años de la apertura del Arca Santa de la Catedral de Oviedo. María Álvarez, medievalista de la Universidad asturiana que trabaja actualmente en Nápoles con la prestigiosa historiadora Gemma Colesanti, evoca la trascendencia de un momento clave

La memoria es el recuerdo del corazón y Oviedo tiene mucha historia que recordar. Entre los muchos acontecimientos que forman parte de su legado medieval figura la solemne apertura del arca santa que tuvo lugar, tal día como hoy, en el año 1075, con un invitado muy especial: el mismísimo rey, Alfonso VI, el "gran conquistador de Toledo". Junto a él, una nutrida representación de la corte regia, varios miembros de su familia, obispos y dignatarios eclesiásticos y civiles que le acompañaron en un protocolario ceremonial que brilló con luz propia en la capilla de San Miguel.

De aquel acto queda una huella documental, custodiada en el archivo catedralicio, y otra histórica, pues, a partir de aquel momento, se multiplicaron las visitas para venerar sus reliquias. Al primer goteo intermitente de curiosos y devotos cristianos pronto daría paso un verdadero fenómeno de movilidad internacional canalizado y favorecido por los todos los monarcas cristianos posteriores, lo que nos convirtió en uno de los más importantes destinos devocionales de la Europa medieval. El mismo Alfonso VI, años después, y reforzando la unión monarquía-Iglesia, le daría el Fuero a la villa y donaría su palacio al Salvador para su conversión en un centro de atención a peregrinos y necesitados naciendo así el hospital de San Juan, el más importante de carácter benéfico-asistencial y símbolo de la ciudad peregrinatoria.

Esta vinculación con las peregrinaciones marcó durante toda la Edad Media las pulsaciones de un lugar amable al visitante y de impronta cosmopolita. Todos los peregrinos compartieron la misma curiosidad y afán por conocer nuestro relicario, afrontando peligros y temores con la incertidumbre de la soledad y la necesaria templanza de quien llega a tierras desconocidas, ásperas y ajenas. Pero, en esa dificultad, Oviedo se ofreció como una tierra cercana y entrañable, de acogida y aliento, tanto físico como espiritual. La fama era ya imparable a fines del Medievo: el propio Juan I afirmaría en 1383 que no había otras de mayor relevancia en toda la España cristiana. Otras iniciativas favorecieron aún más el prestigio de nuestro tesoro, como el nacimiento en 1344 a instancias del Papa Clemente VI y del obispo de Oviedo, Juan Sánchez, de la cofradía de la Cámara Santa que venía a sancionar ante los fieles, la realeza y el Papado su riqueza y poder penitencial. El jubileo obtenido ya en 1438 por Eugenio IV era sólo la evidencia de una tradición "inmemorial" de culto y veneración.

Todos los que nos dedicamos al estudio científico del pasado sabemos que no basta con tener una historia, sino que es necesario quererla, reconocerla y preservarla porque somos lo que fuimos, como ciudadanos y como sociedad. Y hoy, 13 de marzo, el hilo suave de la historia celebra 950 años de un acto simbólico y genuino que marcó para siempre el legado histórico de nuestra ciudad.

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