Opinión | Crítica / Danza
Romanticismo, aflicción y melancolía
Lucía Lacarra regresa al Festival de Oviedo con una obra de lenguaje neoclásico y un montaje idéntico al de sus anteriores producciones
El Festival de Danza Oviedo 2025 abrió con Lucía Lacarra, una de las más asiduas bailarinas en participar en nuestro festival. En esta ocasión lo hizo con su grupo "Lucía Lacarra Ballet" y su fiel compañero, el canadiense Matthew Golding, que también es el coreógrafo de "Lost Letters", su nuevo trabajo, inspirado en lo que pudiera haber pasado si nunca le hubiera llegado a Win la carta que desde el frente le envió su esposo, Frank Bracey, un artillero de la Primera Guerra Mundial.
El montaje es exactamente el mismo de sus dos espectáculos anteriores. Una parte se representa sobre el escenario y la otra son proyecciones en una pantalla que está colocada al fondo. Muchas veces la acción y el baile se desarrollan simultáneamente en ambas expresiones.
La luz tenue y la penumbra predominan durante toda la función. La escenificación es más visual que emotiva. Presenta una historia de amor teñida de aliento lírico con una atmósfera de aflicción, melancolía y romanticismo abrazada por fragmentos del concierto para piano n.º 2 de Rachmaninov. También se oye la música de Max Richter. En algunas secuencias en la pantalla vemos una plantación de amapolas rojas que en la escena mutan en una gigantesca tela roja con la que la protagonista juega dibujando espectaculares imágenes que se convierten en la marca emblemática de esta producción ya que esta flor se usa como símbolo en el Reino Unido y los países de su influencia para conmemorar a los muertos en sus conflictos bélicos.
Hay cartas volando, bellos paisajes audiovisuales como el mar infinito o impresionantes acantilados. Pero así como en los anteriores creaciones intervenían solo los dos protagonistas, esta vez se incorporan cuatro parejas de jóvenes bailarines que acompañan y complementan las escenas.
El lenguaje es básicamente el neoclásico. Hay momentos contemplativos, pero lo que más destaca son los constantes dúos de la pareja principal ejecutando múltiples "portés" acrobáticos. Incluso se recupera de la obra anterior la simbólica figura de "After the rain" en la que la bailarina subida en el muslo de su compañero proyecta una estampa desafiante. Pero el propósito y la verdadera sustancia de la representación, más que la danza fluida, es resaltar la elegancia y precisión de las distintas poses de Lacarra con sus grandes extensiones y "arabesques", así como exponer la flexibilidad y belleza plástica de las líneas del código clásico y neoclásico exhibidas por el cuerpo de Lucía.
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