Opinión | Crítica / música

Un cuarteto de cuerda mágico

Excelente cita en la Filarmónica con obras de Boccherini, Arriaga y Brahms,

La sexta cita del año en la Sociedad Filarmónica ovetense fue un paradigma de las aspiraciones que debe mantener la centenaria institución de la capital del Principado. Es cierto que, últimamente, dentro del periodo de reconversión que está sufriendo, la Filarmónica intenta adaptarse a los nuevos tiempos a través de programaciones más atractivas y sugerentes, con una respuesta algo tibia del público. No obstante, la velada del pasado martes evidenció que, si la calidad es sobresaliente, el público responde, un hecho que marca el camino a seguir en futuras campañas. Comprendemos el gasto que entraña la contratación de un ensemble tan notable como el "Cuarteto Casals", pero animamos a la Filarmónica a buscar la fórmula para diseñar una temporada de esta calidad. Estamos seguros que, de mantenerse este nivel, el público apreciará el esfuerzo y la excelencia artística y la Filarmónica ganará abonados.

El "Cuarteto Casals" ofreció una clase magistral interpretativa con repertorio de Boccherini, Arriaga y Brahms. Destacamos por ejemplo la versatilidad demostrada por el conjunto para amoldarse a los distintos repertorios de estos compositores sin mermar un ápice su calidad en la ejecución. Plenos de sonido, rotundos y compactos en cada entrada, sin abandonar nunca los finales de frase, con unos violines de timbre esmaltado y unos graves profundos y sólidos, encararon la primera mitad del programa con el "Cuarteto de cuerda en Sol menor número 5" de Boccherini y el "Cuarteto de cuerda número 3 en mi bemol mayor" de Arriaga.

De la segunda parte, formada por el "Cuarteto de cuerda número 1 en do menor" de Brahms, llamamos la atención sobre los ajustados fraseos y la increíble calidad tímbrica de los cuatro músicos, quienes mostraron una gran delicadeza en el movimiento lento sin renunciar a un sonido presente y brillante que, unido al excepcional equilibrio del conjunto, confirió una notable expresividad a la obra del compositor hamburgués.

La propina fue un exquisito regalo musical en forma de "danza del molinero" de Falla, en una maravillosa adaptación que permitió a los músicos mostrar todas sus virtudes y cerrar, por todo lo alto, la velada.

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