Opinión | Con vistas al Naranco

Almohada almohade

Aitana Bonmatí viaja con almohada propia. La prueba de que el balompié femenino, próximo ascenso del Oviedín aparte, entra en la cotidianidad son los sanitarios curadores de sueños poniendo ese ejemplo para reparador cansancio. Durante años fatigué varios países como abogado de empresa azulejera acompañado por compañero en cuya maleta no faltaba una almohada, ¡la misma que usaba desde niño!, cuya madre lavaba, planchaba y reintegraba a uso el mismo día. Parece que los dos casos, el de Aitana y el del coleguilla, son harto frecuentes, pero no sé si opuestos, uno para propiciar buen sueño neutralizador por jet lag…, mientras que en mi amigo es fetichismo. A mayores, ¡Nixon viajaba con su cama y Churchill con bañera! Millás, uno de los mejores escritores, cuenta que lo sabe casi todo planchando la oreja. La almohada se entera, o te entera, freudianamente de habladurías. La almohada sería guardiana de secretos emitidos lejos del natural tumbado. En cierto modo, la almohada mágicamente oye, ve y habla. Juanjo Millás dixit. Tal su vocación a Garganta Profunda del Watergate o al Smiley de la sastrería John Le Carré. Es móvil mullido, incrustado en el cerebro. Sea como fuere, el sueño sin apnea es calidad vital. En viaje a Palestina e Israel con el posterior ministro Margallo, los aduaneros de Tel-Aviv Airport no nos permitían respiradores vespertinos. El descanso, siempre fundamental, aún era más en nuestro ingenuo intento de acercamiento judeopalestino, para cuya Paz precisaríamos bebedizo o brebaje aún desconocido.

Durero dibujó seis tipos de almohadas, alguna arrugada, intentando comprenderlas. En la Revolución Industrial, la almohada se hizo popular, reposo y confort. Antes, en el siglo XII, la invasión peninsular de almohades se impuso por ciento y pico años en la España musulmana. Los estudiábamos en el Bachiller. Recuerdo que en mi atrevimiento escolar asociaba descaradamente esa tribu, creencia o raza norafricana, con que en sus belicosas cabalgaduras los almohades tendrían signos de almohadas que, a mi delirante ver, no nos contarían en clase por supuesta parcialidad pedagógica, quizá más contra el Islam. De mayor hube de llenar tantos huecos que las almohadas almohades quedaron, para el "nunca jamás" de Peter Pan.

Julián Ayesta refiere en "Helena o el mar del verano", la segunda novela astur tras "La Regenta", una lucha de almohadas. Tenías sí o sí que entrar a ella en colegio francés, en que había una anochecida cada temporada para "bagarres" ¡de almohadas! En la mili de El Ferral, dormitorio y literas, prestándose mejor a esas batallitas, desbordados los imaginarias, nadie se atrevía a quebrar el orden con indisciplinas jocosas. En tiempos sin VAR ni graves sanciones federativas, viví lluvia de almohadillas en el viejo Buenavista por árbitros supuestamente parciales contra el Oviedín o meros enfados de forofos contra entrenador o directivas.

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