Opinión | Crítica / Danza
La irreprimible danza de la primavera
Ficha del espectáculo
- «Les Saisons»
- Festival de Danza de Oviedo; teatro Campoamor, 21 de marzo
- Malandain Ballet Biarritz y Oviedo Filarmonía
En la segunda jornada del Festival de Danza de Oviedo se presentó el Malandain Ballet Biarritz. Tanto en su visita anterior como en esta sus producciones han estado vinculadas musicalmente a la primavera. Hace dos años una de las piezas fue
"La consagración de la primavera", explosiva partitura de Stravinsky. En esta ocasión, cuando hace solo unas horas que acaba de ocurrir el equinoccio de primavera, el director y coreógrafo Malandain, vuelve en parte a fijarse en esta luminosa estación del año. Su nueva coreografía se inspira y utiliza el barroco veneciano de Antonio Vivaldi con su famosa creación "Las cuatro estaciones" en la que la "primavera" se abre en una irreprimible vitalidad.
La producción se titula "Les Saisons", y en ella también se emplea otra composición musical de Giovanni Antonio Guido, compatriota y contemporáneo del veneciano, que reproduce el mismo tema de las épocas del año. Aunque la partitura de Vivaldi contiene una música descriptiva con imágenes sonoras en el que se evocan acontecimientos naturales de las alternancias de las estaciones, la coreografía no es gráfica sino que es un trabajo abstracto sin grandes relieves que destacar con un baile moderno de perspectivas y acentos neoclásicos. Malandain suele manifestarse prioritariamente con la danza, en este caso siguiendo el fraseo y la textura de la música, alejado de estridencias u otras actitudes corporales.
A mí me estimula la fuerza de las imágenes primaverales de Vivaldi. Si bien, la atmósfera del montaje parece reflejar más el invierno, pues predomina el color negro. El escenario está totalmente vacío, cerrado únicamente por tres telones, el del fondo y los dos laterales, en los que resalta el negro ya que en ellos se dibujan decenas de gigantescos pétalos de ese color. Los veinte intérpretes logran un buen trabajo de conjunto. La obra se expone en varias secciones siempre con una estética monocromática. Vistiendo de forma muy sencilla, todos en negro, elaboran bailes fluidos, de grupos, dúos y tríos, con variaciones dinámicas. En otros fragmentos usan ajustados maillots color carne, evocando la desnudez, para enfatizar los movimientos de la parte superior del cuerpo ya que desde sus manos salen unos inmensos pétalos negros, exactos a los de los telones, con los que acarician el aire como si quisieran atrapar la melodías que surgen del violín.
En un sentido más poético, en otros pasajes, hay alusiones al baile antiguo de corte en la que la vestimenta barroca aporta un contrapunto de carácter más ritual y reverencial. Un componente fundamental de esta función es la música que desde el foso fue magníficamente interpretada por Oviedo Filarmonía al mando de Manuel Coves, destacando Pablo Suárez Calero en los efervescentes solos de violín.
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