Opinión | crítica / Música

Oviedo

El encanto del romanticismo

Gran despliegue técnico de Domenico Codispoti

El mes de abril comenzó para la sociedad Filarmónica de Oviedo con un programa plenamente Romántico formado por obras de Schubert y Liszt que interpretó el pianista Domenico Codispoti. El maestro italiano, que ya se ha enfrentado en varias ocasiones al melómano público de la capital del Principado, alcanzó el pasado miércoles un éxito notable gracias a su calidad y saber hacer.

En los «Seis momentos musicales» (Schubert), Codispoti optó por un manejo bastante suave y delicado del sonido, explotando toda la intimidad y el lirismo que encierran estas piezas, «casi chopinianas» con nostálgicas melodías en la mano derecha, pero sin descuidar el acompañamiento y el peso de los acordes en el registro más grave del instrumento. Aunque sumió al teatro Filarmónica en una atmósfera sugerente, quizá el sonido (algo plano) del piano no terminó de redondear el carácter que requieren esta media docena de obras. Aun así, Codispoti se mostró muy solvente a nivel técnico y dejaría unos resultados más que aceptables.

La primera mitad se cerró mediante el «Sonetto 104 del Petrarca» de Franz Liszt, donde el pianista ya se encontró mucho más seguro y cómodo, algo evidenciado en una ejecución de memoria, sin la necesidad de recurrir a la partitura. Balances muy logrados y un notable uso del pedal fueron algunos de los elementos más destacados en esta pieza.

La segunda mitad entrañaba grandes dificultades a través de «Margarita en la rueca», la transcripción de Liszt sobre el lied original de Schubert. Es una obra compleja y vistosa donde solista perfiló con mucho mimo cada melodía, engarzando con delicadeza los fraseos y resolviendo los pasajes más exigentes con poderío y sin vacilación.

Cerraba el programa una de las obras cumbre de la literatura pianística como la «sonata en si menor» de Liszt, una pieza que destaca por su exacerbado virtuosismo y por la inmensa dificultad que exige a los intérpretes, dada la multiplicidad de registros y de planos que abarca. El solista de la noche desplegó una pulsación muy cristalina en la mano derecha, con una dirección musical siempre muy definida que buscaba en todo momento los pasajes más comprometidos, a nivel armónico o melódico, en los diferentes clímax que configuran esta célebre obra. Sin embargo, la ejecución de Codispoti también estuvo repleta de lirismo y de unos matices sutiles que confirieron a su papel, especialmente en esta segunda parte, un gran empaje para culminar hora y media de un recital notable. n

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