Opinión
Por amor a la lírica
La mezzosoprano Gaëlle Arquez y "Le Cercle de l’Harmonie" deslumbran en el Auditorio con un notable recital de repertorio operístico
El ciclo "Conciertos del Auditorio" ofreció el pasado domingo una velada musical notable protagonizada por la mezzosoprano Gaëlle Arquez y la orquesta "Le Cercle de l’Harmonie", bajo la dirección de su fundador, Jérémie Rhorer. En una ciudad donde la lírica es religión, este tipo de citas gustan especialmente a los melómanos de la capital del Principado que, sin alcanzar entradas similares a eventos previos a la pandemia, mantienen un buen nivel de asistencia.

Por amor a la lírica
El recital comenzó con un par de números de "Le nozze di Figaro", título encargado de clausurar, hace un par de meses, la temporada de la Ópera de Oviedo. En la "Obertura" ya se apreció la calidad tímbrica de la orquesta, quizá algo impetuosa y acelerada al inicio, pero contrastando acertadamente los temas y la intensidad. Gaëlle Arquez haría su aparición en el célebre "Voi che sapete", exhibiendo una voz cálida, poderosa, con un vibrato muy sutil para conferir mayor carnosidad a su timbre y un volumen manejado a placer ante una orquesta que, contrariamente a lo que sucede en estas galas, se mantuvo siempre contenida en segundo plano. La mezzo mostró todo su carácter en "Dieux puissants que j’atteste... Jupiter, lance la foudre" de "Iphigénie en Aulide" (Gluck), con unos agudos bien timbrados que unificaban el sonido y con unos pasajes que le permitían lucir todas las virtudes de su caudaloso registro central.
Las danzas ("Danse des esprits bienheureux" y "Danse des furies") de "Orphée et Eurydice" (Gluck) fueron un ejemplo de musicalidad y buen gusto. La tímbrica de la formación francesa, engarzando delicadamente los diferentes temas, y los balances que Rhorer supo extraer de sus pupilos, cobró tintes mágicos que convencieron al auditorio. Del mismo modo, la esmaltada cuerda ofrecería unos resultados extraordinarios en el "Preludio" de "La traviata", optando por un volumen muy cuidado y un sonido incisivo y afilado.
Arquez dio un paso al frente en la segunda mitad, interpretando un imponente "L’ai-je bien entendu?... Oh mon Fernand" de "La Favorite" (Donizetti), con una utilización de los resonadores maxilofaciales que le permitían mostrar una espléndida proyección. En "Mon coeur s’ouvre à ta voix" de "Samson et Dalila" (Saint-Saëns) desplegó un fiato muy poderoso para ajustar convenientemente los fraseos, alimentando los finales de frase y ganando en expresividad. Un registro diferente destaparía la mezzo en "Non piu mesta" de "La Cenerentola" (Rossini), ejecutando con mucha habilidad las coloraturas –con los agudos un poco abiertos– y aportando siempre una gran fluidez y naturalidad a sus pasajes.
Como propina, "Près des remparts de Séville", de la ópera "Carmen" (Bizet) que el público agradeció para cerrar un notable recital donde, no obstante, el peso del concierto recayó sobre "Le Cercle de l’Harmonie" –en su vigésimo cumpleaños– y no sobre la mezzo francesa que, eso sí, ofreció unas prestaciones sobresalientes.
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