Opinión

El Palacio en el fotoperiodista Santiago García

El pasado lunes 7 se ha presentado en la Biblioteca Pérez de Ayala de El Fontán, "Palacio de los Deportes de Oviedo. Antología gráfica (1975-2025)", de Santiago García.

Se trata de una obra –"descomunal" en calificación de David Serna– convertida ya en imprescindible referencia de la Historia contemporánea de Oviedo.

Hace muchos años me llamó un redactor del semanario de París l´Express, al que yo era entonces adicto, para que acompañara a la cuenca asturiana a un fotoperiodista que quería hacer un reportaje de mineros asturianos. Nos encontramos en la desaparecida Jena, ¡Qué pena no resurja!- enterándome de aquella de la imprescindible importancia testimonial del fotoperiodismo que menospreciaba, sin embargo, otro órgano galo del mismo o, incluso, mayor grandísimo prestigio, Le Monde. Era fácil de entender la importancia de la fotografía pero no tanto vislumbrar al artista detrás de la cámara, que muchas veces no necesitaba de prosista alguno que resaltase lo que de por sí alcanza Historia y Arte. Esas excelsas categorías no son fáciles de lograr a las que sí llegan este libro y todo, o casi todo, lo que lleva la firma de garantía de Santiago, Santi García. Su actual obra se subtitula "Antología gráfica..." pero es simple Historia y Arte de medio siglo de oviedismo u ovetensismo.

Para una persona como yo al que el Palacio de Deportes dio tantas satisfacciones (Mundobasket 86, Europeo de Hockey, record del mundo de 1.500, el huracán sin viento de Carl Lewis...), el libro de Santi supera aquel rango ciudadano a que me refería hasta vibrar fibras sentimentales de la nostalgia íntima. Así, Santiago comienza, por edad, vecindad y cámara, con la inauguración en 1975 mientras que yo ya quince años antes soñaba con los sucedidos que veo ahora gráficamente. Y es, como cuento en el mismo libro, que don Gumersindo Longoria, al que su nieto, el fabuloso poeta Víctor Botas, dedica un poema, me hablaba de su interés en que la obra del ingeniero Ildefonso Sánchez del Río superase burocracias y paupérrimas arcas municipales y se convirtiera en realidad. Con los años curioso que yo propusiera al ingeniero para nominar calle de Oviedo. Tenía gracia también que él y su hermano Carlos, arquitecto con obra en la ciudad, solían magnificar sus orígenes con frase entre enigmática y divertida "Haro... París y Londres".

Santiago incorpora, y mucho agradezco, la memoria de quienes también fueron mis amigos, sus compañeros periodistas Manolo Avello y Evaristo Arce, los exalcaldes Félix Serrano y Manuel Buylla, y los valiosos testimonios de Orlando Sanz ("Sánchez del Río, poeta del hormigón armado") y Carlos Fernández Llaneza ("Pieza única en el mundo").

He citado al pequeño gran Arce Piniella que acaba tristemente de fallecer. Soy demasiado mayor y como tal viejo de la tribu me siento en la obligación moral de contar, que conversaba yo con mi pariente el Conde de Santa Bárbara en su Palacete, hoy Corte Inglés, cuando Arce fue a despedirse como redactor de La Voz de Asturias para fichar por LA NUEVA ESPAÑA. El conde, propietario de La Voz, en la trasera del Palacete, acusó el golpe de perder a su mejor redactor sabiendo expresamente que no cabía contraoferta económica pues el atractivo para el maliayés, autor enseguida de Don Plácido y Oviedo y los ovetenses, era simplemente la mayor tirada de LNE, que jamás alcanzarían los otros entonces dos periódicos de la ciudad.

Como vecino de Ventanielles, Santi vio crecer el Palacio desde los cimientos, fotografiando todos sus avatares y dejándonos impagable aportación a la rugosa piel de nuestro Oviedo.

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