Opinión

Brillantez sinfónica

La OSPA ofreció el pasado viernes su antepenúltima cita de abono de la temporada, contando para la ocasión con el excepcional Cuarteto Quiroga, colaborador artístico de la sinfónica y habitual, por tanto, en las temporadas de la orquesta. Sin embargo, a pesar de la calidad de las dos agrupaciones, el público continúa –por norma general- alejado del ciclo con unos niveles de asistencia que comienzan a ser preocupantes. Como cualquier problema de esta índole, no podríamos achacarlo todo a una sola causa, pero probablemente una programación más equilibrada (entre obras canónicas y composiciones de nueva creación) resultaría más del agrado del público. Como muestra, el anterior concierto de abono –donde se interpretó "Un réquiem alemán" en colaboración con el Coro de la Fundación Princesa de Asturias– gozó de la que hasta ahora es, seguramente, la mejor entrada en lo que va de curso a pesar de celebrarse el viernes inmediatamente anterior a las vacaciones de Semana Santa. No obstante, las citas que han flanqueado esa velada musical han cosechado las asistencias más pobres de la temporada. Entre los retos de la dirección está, sin duda, recuperar abonados y niveles de asistencia previos a la pandemia.

La primera de las obras que se interpretó fue "Blind Contours nº 2", una pieza de reciente creación de la compositora Raquel García-Tomás que parte de una idea más próxima a las artes plásticas y a las técnicas de ilustración. La orquesta recibe un tratamiento de cierta complejidad explotando parámetros como la tímbrica o la intensidad, confiriendo a la obra un carácter circular -o una sensación ritual- potenciada por la sonoridad, aunque al final de la pieza se percibe cierta evolución hacia una sonoridad ligeramente más convencional en la cuerda y los metales, optando también por una textura más liberada. Con todo, se trata de una pieza interesante en lo conceptual que la OSPA supo ejecutar con solvencia.

La obra central era el "Concerto grosso" (Julián Orbón) en homenaje al compositor avilesino con motivo del centenario de su nacimiento. Estructurado en tres movimientos, bebe del homónimo género barroco donde los solistas dialogan y alternan pasajes con la orquesta. El cuarteto exhibió un sonido excelente y la OSPA se mostró muy sólida en cada una de las secciones. Nuno Coelho, director de la orquesta, manejó bien la concertación ajustando cada una de las entradas y retiradas del sonido, con un vibrante final del moderato inicial que suscitó incluso algunos aplausos. Fue en el segundo movimiento donde el cuarteto cobró mayor protagonismo, mostrando un sonido muy sedoso y aterciopelado, desplegando unas melodías arrebatadoras que se fundían en la brillante orquestación de Orbón, hollywoodiense por momentos y siempre tan pródiga en detalles sutiles. El allegro final fue un despliegue de intensidad y virtuosismo donde el Cuarteto Quiroga y la OSPA se dieron la mano enfrentando con garantías los complejos ritmos de la obra y luciendo una desbordante musicalidad.

Cerraba la velada musical la "Sinfonía nº 2" de Charles Yves. Si bien los primeros números muestran un espléndido trabajo de la cuerda, con unos balances muy bien resueltos y algunas melodías recurrentes, destapan cierta sencillez musical que evidencian la juvenil partitura del compositor estadounidense. No obstante, tanto el lento maestoso como el allegro molto vivace aportan una vitalidad repleta de interés a través de unos metales bien timbrados, de ataques directos, y unas maderas de sonoridad atractiva y delicada, uniéndose a una cuerda maleable y flexible a los tempi empleados por Coello.

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