Opinión

Rosa, rosae

La calle Rosal, de tan bonito nombre, se lo debe a una historia de amor que tiene que ver con la capilla del Cristo de las Cadenas. Nació la calle para unir Pozos con la zona de Santa Susana, antes de que existiera Fruela.

Todavía en el siglo XX había por ahí zonas fuera de la ordenación urbana. Una en la parte baja a la izquierda en la que vivía Covita, que era cocinera del instituto al que yo fui y que había tenido en su casa de fonda a Franco, cuando era comandantín. También en la misma calle, a la derecha de la zona del numero 70, hubo unas casas retranqueadas, también desaparecidas.

Calle que se transforma a medida que crece la parte alta de Carbayo, llenándose de comercios y de bares. Ese Loyta que nos avituallaba para cumpleaños, carnavales y otras fiestas de guardar se ha quedado en nuestra memoria, como el escaparate lleno de panecillos, que iban bajando a medida que se convertían en ricos pinchos, del Casa Perón, luego bar Rosal. Pinchos y copas llenaron el ocio vespertino y nocturno de los jóvenes de los 90 que encontraron allí su movida a la ovetense.

A las inefables Singer que resisten en la parte alta se han sumado zapatos chic, tatuajes, libros, tes y fragantes pizzas en una calle que, cuando se baja, regala la vista de la torre de la catedral.

En mayo, mes de las flores, recuerden nuestro compromiso por el Museo de la Ciudad.

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