Opinión | Oviedo, a pie de calle

Cuando Oviedo fue Ovetao

Sobre los tiempos de la ciudad como capital del Reino

Cierro los ojos y me voy –como por ensalmo– a pie de calle de Ovetao, el Oviedo altomedieval que cabalga entre los siglos VIII y IX. Quiero viajar con la imaginación unos 1234 años atrás, cuando Alfonso II el Casto trasladó la capital del Reino de Asturias a Oveto –otra de sus denominaciones por aquella época–, reino que se inició con Pelayo en Covadonga, convirtiéndose entonces en el primer foco de resistencia de la invasión árabe de la Península.

Alfonso II –hijo de Fruela I el Cruel y la cautiva Munia, y biznieto de Pelayo–, reinó en Oveto la friolera de 50 años, los que van del 14 de septiembre de 791 al 20 de marzo de 842, porque ese 14 de septiembre, conmemoración de la Exaltación de la Santa Cruz y fiesta local en el Oviedo de entonces, Alfonso II fue proclamado rey de forma definitiva.

Cuando a los pocos años, en el 808, el Casto dona a la Catedral la Cruz de los Ángeles –cien años más tarde hace lo propio Alfonso III con la Cruz de la Victoria–, inicia su andadura el Jubileo de la Cruz o Perdonanza, al obtener el rey Alfonso II del Papa, una vez dispuesta la Cámara Santa, indulgencias para todos aquellos que visitaran las reliquias; jubileo que concluía el 21 de ese mes, festividad de San Mateo. Semana, no solo de tradición religiosa, sino festiva, donde, a pie de calle, seguro que corría la sidra, y saltimbanquis y trovadores llenaban las plazas y callejuelas del Oveto redondo.

La cruz fue emblema de la monarquía asturiana. Según cuenta la tradición, ya la enarboló Pelayo en la Batalla de Covadonga. Después, el malogrado Favila y su esposa, la reina Froiluva, ordenaron edificar en el año 737 la iglesia de la Santa Cruz, que parece ser el primer templo cristiano que se construyó en Asturias –y, por tanto, en España– tras la invasión musulmana. Asimismo, Alfonso, años más tarde, deja muestra de esta tradición en el reverso de la Cruz de los Ángeles donde reza una frase en latín que dice: con este signo el piadoso es protegido, con este signo el enemigo es vencido. Hay más testimonios, sirvan estos de muestra.

Pero volvamos a pie de calle donde, entrando por una de las puertas de la gran muralla que fortifica este Oviedo del siglo IX, nos encontramos con un Tioda azacanado por su mucho trabajo. El arquitecto real avanza presto, con unos rollos bajo el brazo para mostrarle a su rey los inminentes proyectos. ¡Tanto quería engrandecer Oveto su monarca! Normal que así fuera, hasta hacer de la capital del reino una ciudad regia en toda regla. En ese momento andaba pergeñando la basílica de Santa María, al norte del templo dedicado al Salvador y a los doce apóstoles, que Alfonso quería que sirviera de panteón real. Estos dos templos formarían un conjunto con la iglesia de San Tirso el Real y la Cámara Santa.

Poco a poco, bajo el impulso del rey Casto y la maestría de Tioda, se fueron poniendo en pie edificios cortesanos y eclesiásticos en el solar que hoy ocupa la Catedral del Salvador, y Oviedo pasó a ser como "la nueva Toledo". Además, estaba proyectando la iglesia de Santullano que quería dedicar a los mártires Julián y Basilisa, al tiempo que perseguía la idea de fundar el Monasterio de San Juan Bautista de las Dueñas, hoy las Pelayas y en las afueras, por la aldea de Bendones, edificar un templo dedicado a Santa María, y otro a San Pedro, en la ribera del Nora.

Ovetao, Oveto, Oviedo… Ciudad milenaria. Capital del Reino de Asturias –mentado en ocasiones como Reino de Oviedo– hasta que en el 910 Alfonso III el Magno se ve obligado a abdicar y a repartir el reino entre sus hijos –García, Ordoño y Fruela–, trasladándose la capital a León.

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