Opinión
La casa de los errores
Es como sostener una pluma en el aire, sin más viento que el soplo de pensamientos que invaden nuestras mentes cuando tratamos de asimilar que una familia, matrimonio y tres menores, buscasen refugio en un chalé de Oviedo en pleno ecuador del Covid-19, año 2021.
Nos horroriza pensar cómo se hallaron las criaturas, es como despertar del mal sueño en el que fallecieron miles de personas, aquellas que no permitían pasásemos a despedirlas, se fueron sin un adiós.
Si alguien dudaba de las secuelas de la pandemia aún hay mucha conclusión que escriturar, todo estrés pasa a ser postraumático y se deja reposar en justicia, sub iudice, pendiente del calendario que enfríe ánimos y sentencie.
Usando un término de filmoteca, como si todo el mundo quisiera ser guionista y apuntador a la vez, se corta y pegan titulares con la misma frecuencia que se conecta la red eléctrica, y así nos llegó el apagón. Es la corriente que nos hace sensacionalistas, nos lleva.
Ya no hay marcha atrás, es el caso del año. Nadie nos ocupamos de diagnosticar el daño mayor que supuso para muchas mentes aquellos miedos a salir de casa y contagiarse, huir a ninguna parte cuando alguno de los gestores corrían raudos a vacunarse o hacían su agosto.
Ya tenemos culpables en el caso de los niños encerrados. Apenas se descubre la doliente y enfermiza custodia de unos padres, automáticamente se actuó, no ha habido periodo liminar que agrande la indignación mediática.
De lo peor, todo estaba en su sitio, aun en la más primitiva hominización de encorvarse, que ese fue el reflejo de un cerebro afectado, por diagnosticar, de quienes tenían el más alto de los deberes, velar por los hijos.
Esta no es la casa de los horrores es la casa de los errores, de las causalidades pendientes de evaluar.
¿No hemos dado carta de naturaleza al covid persistente?
¿Qué cambios estructurales del cerebro, ergo conductuales, nos han evaluado tras la pandemia?
La inocente figura de dos criaturas, gemelos asomando el pórtico de la casa de los errores, más que el relato de cuánta suciedad encontramos los servicios de emergencia en muchos síndromes, sugiere la esperanza de su recuperación, son muchas bondades de los servicios sociales y profesionales educadores, aquí o en Alemania.
Y para los "culpables", al menos, presunción del estrés postraumático y persistente, que haya un diagnóstico claro de esa acumulación de errores que nos pasaron desapercibidos desde el inicio de la pandemia.
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