Opinión

antonio masip

Gene Hackman, una fría mañana del siglo pasado

"Los que prometen la eterna juventud parece que no hayan visto a una de las millones de personas que tienen Alzheimer", López Otín, Carlos.

En frío y soleado domingo de 1990, Eloína y yo nos encontramos, entre humaredas de los registros de la Sexta Avenida neoyorkina, casi vacía, con Hackman. Era el cruce con Central Park St, cercanías del Hotel morada del promotor musical asturiano Aquiles G. Tuero. En la infancia había contado con otro Gene, Gene Autry, héroe en el cómic semanal de los westerns de Editorial Novaro con que mi padre me despertaba, en los cincuenta, para cumplir el rito de los primeros viernes, devoción sin tostadas a diferencia del resto del mes. Gene, este otro Gene, resultaba reconocible en su desgarbada gesticulación, retenida por mí de su genial papel de Popeye, policía en "French Connection", que le catapultó a una fama en la que ya estaba nuestro, y, sobre todo, de Luis Buñuel, Fernando Casado / Fernando Rey, su compañero de rodaje. A tres / cuatro pasos reía, o asentía, a esos gestos décontractés, que dicen los franceses, una mujer de rasgos orientales y que tras la lectura ahora de las necrologías entiendo sería Betsy Arakawa, con la que matrimoniaría al año siguiente en New Mexico.

La extraña muerte de los Hackman para mí lo es tanto si el origen fue el hantavirus que anidó en Betsy como si fuera la cruel semana larga que Gene pasó junto a su cadáver en el olvido de ambos por los suyos. Y ya no lo es por el alzheimer que sufría Gene, enfermedad de la que me afectan los estragos en personas muy queridas a distintos planos, tío Julio Masip; la colega bilbaína Marta P.Yarza; José Ángel Álvarez, exquisito fiscalista del que mucho aprendí; Mari Chelo Muñiz, viuda de mi gran Alfredo Prieto e hija del admirado Muñiz Toca; el industrial Efrén Cires, alma de la canguesa minería Martínez, y mi entrañable compañero en FLP y PSOE Pascual Maragall. Confío que López Otín y el resto de la ciencia acierten a curar pronto este terrible deterioro mental. La ventaja civilizadora, entre USA y España, no se reduce a la universal Seguridad Social o a la prohibición de armas de fuego sino al cobijo familiar, tan frío a veces en sociedades ultra desarrolladas.

Betsy y Gene han muerto tirados tal tantos compatriotas mendigos. Cuando apenas los vagabundos dormían en cajeros, Julio Ruymal se hizo pasar por uno para reportaje en LA NUEVA ESPAÑA que es hito sociológico.

Vimos a los Hackman en esplendor; siguen en nuestros pensamientos al derrotarles la vida.

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