Opinión

La OSPA más clásica

Brillante concierto de la Sinfónica asturiana, comandada por el "Cuarteto Quiroga"

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias ha cultivado durante las últimas temporadas una cita de su ciclo de abono dedicada a la figura de los máximos exponentes del Clasicismo musical –Haydn, Mozart y Beethoven– que, en la jornada del pasado viernes, cristalizó en un concierto brillante bajo los mandos del "Cuarteto Quiroga". Aitor Hevia y Cibrán Sierra (violines), Josep Puchades (viola) y Helena Poggio (violonchelo) encabezaron una excepcional sección de cuerda a lo largo de la velada musical para ofrecer una notable versión del repertorio, elegido con mucha inteligencia y acierto.

Abría el programa la "Sinfonía número 1 en mi bemol mayor" que Mozart compuso en 1765, cuando apenas contaba nueve años. El trabajo del cuarteto quedó demostrado ya en los primeros compases de esta obra al destapar una sonoridad esmaltada y tersa de la cuerda de una OSPA convenientemente reducida. Sí consignamos alguna entrada resbaladiza de las trompas que, no obstante, no empañó el buen hacer de la orquesta, con una ligereza y fluidez mayúsculas que les permitió aportar un atractivo muy especial a la ejecución. Los fraseos estuvieron bien ajustados e incluso se atrevieron con algunas dinámicas y juegos de intensidad muy necesarios para dotar de cierto volumen varios pasajes más planos –como el Andante– de esta página mozartiana.

La "Sinfonía número 9 en fa menor" de Haydn cerraba la primera parte del programa. El dramatismo que encierra esta obra, más conocida como "La Pasión" en alusión a la Semana Santa y el calvario de Cristo en el que pareció inspirarse el compositor austriaco, estuvo bien resuelto por los músicos. Esta obra invierte el orden habitual de los primeros movimientos (rápido-lento) y tanto la OSPA como el Quiroga aportaron el dramatismo y la nostalgia que encierran los tempos lentos, mostrándose igualmente muy sólidos en los pasajes de mayor velocidad, como el Presto final, esgrimiendo siempre un sonido redondeado y pulido. El Cuarteto se percibió muy celoso de controlar el volumen, aportando rotundidad en los tutti y delicadeza en los momentos donde las diferentes secciones, a un nivel muy coral durante toda la noche, cobraban mayor protagonismo.

La segunda parte comprendía la interpretación de la "Sinfonía número 8 en fa mayor" de Beethoven, una obra ya Romántica pero que, por sus características formales, no dista de la estética de las dos primeras piezas del programa. La OSPA, con una plantilla más poderosa, se manejó bien en los juegos tímbricos que propone el genio de Bonn y las ligeras indicaciones de Aitor Hevia desde el atril de concertino fueron una dirección más que suficiente para guiar a una orquesta concentrada y equilibrada donde se podía seguir a la perfección cualquier mínima línea melódica. La pureza que el Cuarteto supo traspasar a la formación asturiana les permitió, igualmente, balancear las distintas secciones, con unas maderas sobresalientes y unos metales bien timbrados que empastaron y unificaron la sonoridad de la agrupación del Principado. Es una lástima que, con recitales tan brillantes como el del pasado viernes, la asistencia se mantenga en unos niveles muy por debajo de otros ciclos o de lo que cabría esperarse dada la calidad del Cuarteto Quiroga.

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