Opinión

La OSPA cruza los Pirineos

Notable concierto de la Sinfónica asturiana en la decimocuarta entrega de abono de la temporada

La OSPA homenajeó en Oviedo, el pasado viernes, la figura del compositor Maurice Ravel, mediante un concierto de marcada impronta francesa donde, no obstante, se estrenó una obra de Manuel Martínez Burgos. Sin duda, el atractivo repertorio animó al público que, con todo, se mantiene en unos niveles insuficientes para la calidad del ciclo.

La versión de "Le tombeau de Couperin" (Ravel) en su orquestación de 1919 es un ejemplo de la maestría del compositor francés a la hora de instrumentar una partitura (escrita inicialmente para piano), con multiplicidad de detalles sutiles, sugerentes melodías y giros en los metales que añaden atractivo a esta pieza. La OSPA se mantuvo bien ensamblada, extrayendo todo el lirismo (con un arpa excepcional) y un color muy sugerente en cada movimiento, con unas maderas notables en sus respectivos pasajes a solo.

"Étoiles sur fond blanc" es un concierto, de Martínez Burgos, para fagot. Valoramos positivamente la programación de esta obra ya que permite mostrar una sonoridad poco habitual en este formato concertístico. La pieza contiene pasajes de una gran dificultad que Sophie Dervaux, la solista de la velada, supo enfrentar con determinación. Las escalas, los cambios de registro, la velocidad o incluso algunos recursos expresivos (como los glisandi) que requerían de un poderoso fiato para su ejecución, se consumieron bajo la experimentada calidad de Dervaux, con una invocación y emisión siempre precisas, luciéndose en la cadenza del tercer número. Los diálogos con la orquesta y los balances sonoros también estuvieron bien logrados en el contexto de una obra interesante y fácil de seguir.

En la segunda parte, la OSPA encaró, con una gran tímbrica, los "Valses nobles et sentimentales" de Ravel, donde consignamos algún leve desajuste y un sonido final abandonado en el "Assez lent" que no empañó una sonoridad homogénea de la cuerda y unos fraseos muy sugerentes gracias a la dirección de Gabel, que estiraba y encogía, a merced, cada tema. Cerró la velada la "Sinfonietta" de Poulenc. La formación asturiana se plegó a la elegante batuta de Gabel para lograr una buena interpretación, con unas dinámicas bien trazadas y un acertado manejo de los tempi.

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