Opinión

Williams eterno

Interpretación potente y virtuosa de la OSPA, que llenó de ilusión y magia el Auditorio Príncipe Felipe en la noche de San Juan

Los conciertos de música de cine (no confundir con bandas sonoras, o "soundtracks", que normalmente definen a toda la música que suena en una película, a diferencia de los "score" que es la música creada específicamente para la película, y normalmente interpretada por orquesta) son cada vez más habituales en las salas de concierto. Partimos de esta premisa innegable, si bien ciertas ideas puristas reniegan de separar la música de cine como representación artística del audiovisual al que acompañan, porque su escucha independiente –según dicen– queda desvirtuada al perderse información visual y argumental. Es una opinión que se puede o no compartir, pero lo que está claro es que es un género musical universal, de creciente auge escénico, y que nos traslada a la esencia del arte mismo. Ya de por sí, la música tiene el poder sobrenatural de hacernos sentir, vivir, recordar y, sobre todo, soñar, al sumergir al oyente en atmósferas irreales, aislándolo del entorno a su gusto. Con un repertorio cinematográfico esta manipulación de sentimientos es aún más potente, y así se vivió en el Auditorio Príncipe Felipe para disfrute de todos los asistentes el pasado lunes, que si bien no llenaron la sala principal como sucedió en otras ediciones, participaron activamente de las intervenciones de la directora entre pieza y pieza, siguiendo el guion de presentación de los temas ante la ausencia de programa de mano.

De la mano de la joven directora Anna Handler –con una notable trayectoria musical sobre todo en EE.UU– la OSPA ha vuelto a triunfar con un programa atractivo y que acerca la música a todos los públicos –foco tan necesario en el mundo cultural actualmente– a pesar de la dificultad en la ejecución del repertorio desde un punto de vista técnico, resolviendo la orquesta con una destreza e interpretación más que notables, como nos tiene acostumbrados.

Este repertorio no es para nada fácil, como la propia directora reconocía a la hora de elegir el bis del concierto por parte del público. En parte se debe a que originariamente las piezas no están pensadas para interpretarse como música de concierto, si bien por suerte y gracias a arreglos específicos, cada vez se hacen más conciertos de este tipo de repertorio. Tampoco las formaciones orquestales habituales –hablando de cantidad de músicos por sección– suelen estar correctamente compensadas, para ofrecer un sonido final que está pensado para llegarnos tras ser editado en los estudios de sonido, sacando su mejor y más equilibrada versión. Sus efectos, cadencias, frases melódicas, y agilidades varias (que por ejemplo llenan peligrosamente el "Tema de Hedwig" en Harry Potter, imitando el volar de la lechuza que da nombre a la pieza) llevan al extremo la ejecución virtuosística instrumental.

No obstante, a pesar de todas estas dificultades de repertorio, la OSPA cumplió con creces en su interpretación, mereciendo especial mención tanto la parte solista del concertino en la "Lista de Schindler" a manos de Daniel Jaime Pérez, como el gran desempeño de la sección de metales, en especial la sección de trompas. Aunque levemente masivos en momentos puntuales –que por otro lado exigía la partitura y debía controlar la dirección– lograron un sonido homogéneo, potente y a la par bien gestionado en los temas delicados, con una ejecución mesurada y adecuando correctamente la gestión de las dinámicas y diferentes agilidades. La orquesta disfrutó con su interpretación, y el público se hizo eco de ello.

Bravo por incluir en el programa dos piezas menos habituales en los conciertos de Williams como son el "Scherzo para motocicleta y orquesta" y la pequeña quasi-suite "Flight to Neverland" con los temas principales de "Hook": ojalá un futuro concierto monográfico de Williams en el que más que "Star Wars", podamos escuchar otras de sus joyas menos típicas como "War Horse", "Un horizonte muy lejano", "Always" o "El imperio del sol", acompañadas quizás de su "Concierto para tuba y orquesta", y las diferentes marchas olímpicas que tiene en su haber.

Todo ello ayuda a ver con perspectiva un estilo tremendamente personal e irrepetible, en el que es imposible no hacer hincapié en el basto repertorio creado a lo largo de todos estos años, y que en la actualidad sigue ampliando a sus 93 años. La abundancia de sus temas en modo lidio (con el cuarto grado aumentado) o con escalas hexatónicas, todo ello tan característico de la música de John Williams, han marcado un antes y un después en el nuevo sinfonismo audiovisual, llevándonos de la mano hacia la ensoñación, la aventura y sobre todo, el disfrute por el séptimo arte con el gancho imprescindible de la música audiovisual. Enhorabuena de nuevo a la OSPA por programar conciertos en los que además de brillar sobre el escenario, hacen resurgir con estas melodías la chispa del niño que todos llevamos dentro.

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