Opinión

juan Vicente García Cabricano

Un sentimiento de pertenencia

Una catarsis que trasciende el hecho de un gran éxito deportivo

La ciudad de Oviedo, y una de las entidades más representativos en el presente, ha vivido este pasado fin de semana una de las situaciones más originales que creo le han ocurrido en mucho tiempo y me refiero al Real Oviedo como expresión de la unidad de una colectividad, porque la catarsis que se ha producido en ella con motivo del triunfo del equipo de futbol ovetense y el consiguiente ascenso a primera división trasciende el mero hecho del acontecimiento deportivo y deja algunas reflexiones que a mí, como psiquiatra, no han podido por menos que llevarme a pensar sobre la naturaleza de este fenómeno psíquico que se ha desencadenado al aire de esos hechos deportivos.

Y es que a lo que me estoy refiriendo es a la existencia del sentimiento de pertenencia que es algo así como una sensación que difícilmente se puede racionalizar, pero que quien lo siente tiene la vivencia de que forma parte de algo que va más allá de él, es como una especie de comunión con unas emociones que siente compartidas y que las encuentra no solo en su entorno más inmediato sino en la calle, en las tiendas, bares y lugares similares en los que el contacto, el trato con cualquiera con quien hablaba, era un todos a una, una fe en lograr un triunfo largos años anhelado, una fe sin fisuras en un equipo: El Real Oviedo, que condensa unos valores que sentimos como nuestros. Por supuesto, ha habido un símbolo de todo ello, esa camiseta azul que llevaba la mayoría, pero también una bufanda azul, un pañuelo del mismo color, y cómo no, el símbolo de los símbolos: la bandera del Real Oviedo.

Llegados a este punto, y cuando desde la noche del sábado pasado, tras aquellos minutos agónicos (después de que el Mirandés marcara aquel primerizo y casi fatídico gol) se materializó el triunfo; el logro por fin del anhelo tantos años perseguido, no pudo por menos que hacerme analizar, quizá por deformación profesional, como esa emoción se trasformó en un sentimiento colectivo. Yo tuve la oportunidad de vivirlo tan cerca porque mi propio hijo Juan es el prototipo de ese ovetense que siente tan profundos esos valores que ser del Oviedo significan, y que a lo largo de todos estos pasados años cuando nuestro equipo ha pasado por tantas situaciones de desaliento, por esas épocas de estar prácticamente al borde de la extinción, sin embargo, él, mi hijo, permanecía fiel a su fe en el Oviedo. Tengo que confesar que hubo momentos, en todos estos pasados años, en los que viendo que pese a que el Real Oviedo parecía estar en lo más profundo de su andadura, él seguía, sin embargo, impertérrito en su fe, por lo que yo recordaba para mí aquella vieja sentencia sobre el Cid de: "que buen vasallo si tuviera buen señor".

Mas a pesar de lo anterior, lo que subyacía a modo de reflexión última era el pensamiento de cómo toda una colectividad representada por el Real Oviedo, la ciudad misma, pero a la que se aglutinaban muchísimas personas de otros lugares de Asturias e incluso de fuera de nuestros límites naturales. Pues bien todas ellas participaban de ese sentimiento de pertenencia de ser todos uno en un proyecto no solo de pasado, sino de llegar a alcanzar un objetivo que para todos era el mismo.

Y aquí no cabe hablar simplemente de masa, pues precisamente en un libro del que soy coautor: Teorías y técnicas de manipulación humana, he analizado lo que es la masa, sus ingredientes, sus motivaciones y puedo asegurarles que nada de lo que supuso el comportamiento de los ovetenses en el transcurso del partido final, del momento preciso en que se logró el triunfo y durante de las posteriores y naturales efusiones que siguieron tuvieron un comportamiento propio de la masa tal y como la describía Gustav Le Bon en su paradigmático libro Psicología de las masas y otros autores como Freud, Reich, Ortega, Lippmann, Canetti, o Elisabeth Noelle-Neuman. Lo que ocurrió fue otra cosa, fue una comunión de ideas y objetivos, en la que nadie nunca perdió sus límites como persona, y sí fue la demostración de cómo el grupo con objetivos claros, y contando con la fe de cada uno de sus componentes en que se alcanzará la meta soñada, es clave para el logro de cualquier empresa que se proponga.

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