Opinión

antonio masip

Vicente Miera sin calle en Oviedo

Sobre ascensos y cambios en el callejero

Como soy "carroza" sin paliativos ya estuve de alguna manera contemplativa en tres ascensos del Oviedín a primera. Uno fue tras ganar en Madrid, no todo lo limpiamente que debiera, al Rayo Vallecano. Era mi padre alcalde y recibimos al autobús de los jugadores a lo largo de Uría / Fruela y luego en la Casa Consistorial. En la segunda ocasión, a mi vez Alcalde, fue imponiéndonos, conceptualmente otra promoción, al Mallorca. Acompañé al equipo un día antes que dediqué a visitar al alcalde mallorquín que sorprendentemente me confesó no asistiría al partido, entrevistarme también no sé si con el gobernador de la isla o del archipiélago que me pidió, lógicamente sin éxito de su parte, que accediera al campo con camiseta del Mallorca en supuesta evitación de problemas de violencia, cenar en casa de mis parientes los Félix Pons / Ana Villanueva.... Álvaro Faes, tan buen escribidor, responsable de estas páginas locales de LA NUEVA ESPAÑA, destaca en titulares mi antaño irresponsable "promesa de nuevo campo". En efecto así fue, terminado aquel fabuloso partido, en el mismo palco, asentí a Matías Prats Jr, con que necesitábamos un nuevo estadio. Sentado a mi lado, desconectado el directo, Agustín Domínguez, secretario que era de la Federación futbolera, me dijo, "acaba de cometer usted yerro importante. Salvo para un par de partidos, Buenavista les sobra para jugar en primera. El futuro del fútbol es la televisión, apenas los asientos cuya obligación ya preparamos". De madrugada para llegar a Oviedo antes que el Club y recibirlo entre multitudes que salieron de las entrañas asturianas desde Santiago del Monte a las consistoriales. Ya en el balcón, mi Rodolfito Mantecoso, que suelo decir tomándolo del nostálgico Pulgarcito, fue J.M. Bango, presidente todavía y antiguo concejal, que se acercó para que ante los ovetenses enfervorecidos, entre los que estaba el gran polígrafo Tolivar Faes, anunciara una calle para el entrenador Vicente Miera. Como quiera que no procedí a semejante petición, al día siguiente en manteles de la desaparecida La Gruta, el bueno de Bango volvió a insistir en el honor para el no menos exitoso Miera. No hubo calle para el gran entrenador como ahora tampoco debería procederse a la barbaridad de denominar, con todos los méritos que concurren en el Odiseo / Ulises, como bien le llamó Natalia Junquera en un medio de tirada nacional. América es mucho para los asturianos...En fin, acaba de fallecer el gran sabio Emilio Campos, que podría replicar mejor que yo, por no citar de nuevo a Tolivar cuya mera presencia convertía en ridícula la propuesta sobre Miera. Rememorar que la plaza de la Escandalera, en medio de las paranoias políticas, cambió su nombre por el de República y luego por el del Generalísimo Francisco Franco sin que nadie dejase de llamarla Escandalera, incluso el Alcalde García Conde que estaba allí empadronado y había defendido al Caudillo.

Cometí sin duda el yerro que de inmediato me advirtieron un poncio federativo y ahora los titulares de este periódico, pero no lo rematé yo mismo y no me gustaría que en mi ciudad introdujéramos las ocurrencias tipo del pillastre Rodolfito.

Insisto en mi propio fallo que corporaciones, ya sin mí, se suicidaron con el absurdo del campo, la contratación de Cagatrava etcétera etcétera. Ya advierto que soy demasiado viejo y nostálgico para recordar la gran tribuna de Sánchez del Río, encargada por diecisiete ovetenses entre los que estaban los Tartiere, Teodomiro Menéndez y mi abuelo, Antonio Hidalgo. El Real Oviedo y la plaza de América surgieron a la vez.

No soy tan sectario de alegrarme de los errores de otros, antes al contrario me duelen extraordinariamente y de los míos, además del citado, imploro perdones buscando reparaciones si bien algunos como el de la desaparición del Vasco asturiano ya no tenga remedio aunque haya quien lo sigue viendo, que no yo, como virtud.

En cualquier caso, nadie de la actual Corporación debe intentar autoabsolverse por esta vía el apoyo al club que buscaba enterrar al Oviedín

Por cierto muchos aficionados han exhibido estos días con lógico orgullo en sus bufandas la historia del club desde 1926; simultánea sin aditivos es también la fecha de Plaza América.

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