Opinión
Alfredo Martínez, ovetense, pregonero y diplomático de lujo
En la pasada sabatina, destaqué el éxito de la entonces edil Alicia Castro con la colocación central en Oviedo de un Botero. No es único caso que aplaudo iniciativas de aparente sensu contrario, superadoras de frecuentes torpezas de hogaño, pues alabo la designación para pregonero, apenas importa el yerro y las mentirijillas para imponer un impropio jueves, en absoluto el dulce, rebuscado título de Steinbeck, de Alfredo Martínez Serrano, embajador en Ottawa. Castilla del Pino sostenía que las mentiras pequeñas suavizan diminutas verdades.
Alfredo es un lujo para la ciudad. Tras Canadá quedarán todavía Washington, ONU, París o Santa Cruz que no Vaticano, OTAN ni Brubru, que diría Cabrera Infante, ya que pese a la indubitada áurea no veo a nuestro paisano en destinos sin otorgar prioridad a su brillantísima carrera, sin renegar valor de mi parte a escarceos tipo Raventós, Vázquez o Planas.
Es hijo de dos carbayones enraizados, sobrino del inolvidable Jaime, con el que, antes del digno de agradecimiento paso operístico, intenté devolver al tenis.
Antón Martínez, su abuelo, era alma viva del Oviedo ultra liberal que Alfredo, sin citarlo expresamente, desgrana en su parlamento. Antón fue, durante la larga noche de las dictaduras, refugio silente de espíritu abierto, exento de rencor, tal pidió su padre en el lecho de muerte, oviedista, tolerante, culto y melómano que sobrevuela de continuo la ciudad. Una tarde me contó que no extrañaba que Santiago Ramón Cajal hubiera veraneado en Salinas, porque Castrillón gustaba a intelectuales krausistas o institucionistas (Institución Libre de Enseñanza). Le recuerdo orgulloso de que uno de los suyos siguiese tradición galena, incluso sin desdeñar las matemáticas, que él había aprendido con Rogelio, mi antepasado, haciendo previamente lo que se llamaba, en jerga estudiantil, "el selectivo", tal había laborado su hermano mayor. El padre de ese admirable Antón, Alfredo Martínez García-Argüelles, había sido ministro melquiadista de la República, asesinado por miembro de las Juventudes Comunistas, iniciado el Frente Popular de 1936, tres meses antes de la creación de las Juventudes Unificadas (JSU). Neira, periodista de LNE, penaba no se le citase en libros hagiográficos del Ayuntamiento como ejemplo de paisanaje. En línea, ese también Alfredo Martínez, era sobrino de Clarín, su médico, que una mañana de Corpus hubo de llevar a las consistoriales la noticia de la muerte del creador de la segunda novela española, Alarcos dixit.
De parte materna del embajador no son menos las raíces astures. Personalmente no olvido cuando tres jovenzuelos de extrema derecha pusieron en mi coche una bombita y los Serrano ofrecieron cobijar el provisional vehículo sustituto, que generosa y valientemente cedieron mis tíos Urquiola Hidalgo, en el 17 bis de Cervantes, antiguo depósito logístico de La Praviana.
El pregón, sobrio, continente y contenido, que releo de nuevo, es canto y sueño al mejor ovetensismo de un autor que en el lejano Canadá trabaja diaria y excelentemente como antes hizo desde la Casa Real y otros varios rincones del ancho mundo.
Lástima que faltase por parte municipal brindis al sol con la preventiva ofrenda a Santa Clara. En el musical "My Fair Lady", mal ripiada en español, canturrean "La lluvia en Sevilla//es una maravilla" pero ya se sabe que al norte de Pajares… Bien recuerdo a Antonio Landeta dando el relevo a Covadonga Bertrand en la SOF mientras conjuraba con buena fe no lloviera el Día de América. Era 1983 y se iniciaban unas fiestas extraordinarias que están en caída libre.
Las palabras de Alfredo se entrelazan en mi magín a las escuchadas en mismo atril a otras queridas instituciones locales (Luis Vega, Sagi, Fernando Lorenzo, J. M. Vaquero, Ángeles Caso, Laurina Ponte, Ángeles Solís, Manolo Díaz, Neira, Susana Roza, Ramiro Fernández…), al genial mierense Víctor Manuel y a los fallecidos, ¡qué vieyinos somos!, Cándido, que pronunció parte en el balcón y poco antes en estrados, Alfonso Iglesias, el primero en pregonar directo constante a la plaza, Manolo Avello, Luis Estrada, Juan Benito, Sánchez Ocaña, Dolores Medio, Manzanares, Sara Suárez Solís, Conchita Quirós, Gascón… También a las que oí a Valentín, mi padre, pregonero seis semanas antes de ser Alcalde, en el prácticamente olvidado 1957.
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