Opinión | Crítica / Música
Un homenaje encantador
La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias ofrece un recital de tintes sociales que convence a un Auditorio ovetense con buena entrada
«Noche de embrujos»
Intérpretes: OSPA
Director: Daniel Sánchez
Programa: obras de C. Gounod, C. Saint-Saëns, M. Mussorgsky, Johann Strauss II y Gerónimo Giménez.
Auditorio, jueves, 20:00 horas
La OSPA parece estar decidida a fortalecer, en la presente temporada, las líneas sociales y pedagógicas que desde hace años han implementado las formaciones sinfónicas. Esta concepción de la orquesta como una herramienta que ofrece interesantes y necesarias soluciones a cuestiones tan relevantes como la integración o la generación de nuevos públicos, cristalizó en la noche del jueves en un merecido homenaje a todas las personas, asociaciones y entidades que cuidan de los demás: unos héroes anónimos y cotidianos que desempeñan una labor fundamental en la sociedad. A la celebración de este concierto se unió la presencia de varias autoridades –entre ellas las consejeras de Bienestar y derechos sociales y Cultura– que, solo con el acto simbólico de su asistencia, refuerzan esta línea de trabajo y favorecen el desarrollo de iniciativas similares.
El programa era un caramelo para los melómanos ovetenses que, en buen número (y a pesar de la celebración de la gala lírica de José Bros en el Campoamor) acudieron al Auditorio, siendo recompensados por unas prestaciones satisfactorias de la orquesta. Una lástima que no hubiera programa de mano para dejar constancia del evento, pero todo un acierto el carácter didáctico que se desprendía de las explicaciones de Daniel Sánchez desde el pódium, muy acertado con la batuta y no menos con el micrófono. La "Marcha fúnebre para una marioneta" (C. Gounod) es una pieza icónica donde la OSPA se mostró segura, con unas secciones bien ensambladas. La "danza macabra" (C. Saint-Saëns) es otra de las obras habituales en los conciertos que suelen realizarse con motivo de la noche de difuntos, donde los vientos destacaron en las invocaciones de la secuencia gregoriana "Dies irae" y la cuerda exhibió un color bastante homogéneo, con profundidad en los violonchelos y contrabajos.
Continuando con la "noche de embrujos" que servía de título a la velada, se interpretaron la "Bacanal" de la ópera "Sansón y Dalila" (C. Saint-Saëns) -una de las piezas más aplaudidas por el buen trabajo de las maderas, plasmando todo el imaginario sonoro del orientalismo y exotismo- y "Una noche en el monte pelado" (M. Mussorgsky), con una orquestación brillante que permitió a los metales lucir todo su poderío.
También hubo momentos de recreo, como el que protagonizó la ejecución de una de las piezas ineludibles en el tradicional concierto de Año Nuevo: el "Vals del Emperador" (Johann Strauss II), con algún ligero desajuste rápidamente sofocado por las indicaciones de Sánchez, pero repleto de ese aura de mesura y elegancia que caracteriza a esta página sinfónica. Cerraba el programa el "Intermedio", bien balanceado, de "El baile de Luis Alonso" de Giménez, como inmejorable fin de fiesta. A modo de propina, los músicos regalaron una versión del célebre pasodoble "Suspiros de España", estilizado y, a pesar de unos tempi algo apresurados, con unos fraseos bien ajustados por los músicos.
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