Opinión
El barroco del claroscuro
La segunda cita de la temporada en la Sociedad Filarmónica se salda con resultados desiguales
La centenaria institución ovetense, dedicada a la programación de música de cámara, pla0nteó el pasado martes un viaje hacia la paz de mano de un repertorio barroco que, siempre interesante, suscitó el interés del público, aunque dejó unos resultados desiguales.

El barroco del claroscuro
El "concierto para oboe en re menor" de Marcello reprodujo un interesante diálogo entre el solista y el ensemble. Ángel Luis Sánchez, muy cómodo en esta primera obra, estiró con elegancia cada frase, facilitando el acompañamiento del conjunto instrumental, y se recreó en el lirismo del movimiento lento, reservando parte de su poderoso fiato para ornamentar algunos finales y conferir mayor atractivo y dinamismo a la ejecución.
El "Nulla in mundo pax sincera" de Vivaldi -que daba título al programa- dejó algunas dudas en la soprano, Iliana Sánchez Moreno. De timbre metálico y tímido vibrato, la cantante mantuvo siempre una emisión gutural y algo forzada que le impidió lucir en las coloraturas, aunque, eso sí, a lo largo de la velada dejase varios agudos de cierta belleza. En la segunda mitad estaría más acertada en "Bist Du Bei Mir" (pieza que se ajusta mejor a sus características vocales) que en la cantata "Jauchzet Gott in allen Landen" (ambas de J. S. Bach), mostrando las virtudes que puede llegar a ofrecer su voz -una vez gane cuerpo en los graves-, culminando su papel en el concierto con una acertada "Lascia ch’io pianga" de Haendel, de gran expresividad.
Daniel Oyarzábal (clave) también vivió su momento de protagonismo en ambas partes. En la primera, mediante el "allegro" de la "Sonata para piano en do mayor kv 279" de W. A. Mozart, dejando una interpretación equilibrada y precisa, aunque resultaron más interesantes sus prestaciones en las piezas a solo de Bach durante la segunda parte. En el "Preludio y fuga en do mayor" y el "Preludio en si menor" se percibió el juego de texturas y, a través de su cristalina pulsación, se apreciaba cada una de las líneas melódicas.
El oboe retomaría su protagonismo al final de la primera mitad a través del "Cuarteto con piano en Fa mayor kv 370" de W. A. Mozart, donde Sánchez exhibió un sonido uniforme, independientemente del registro, y demostró su gusto hacia los pasajes de mayor velocidad, como se apreció en el tercer movimiento. El ensemble (formado por violines, viola, violonchelo, contrabajo y clave) se ciñó a su musicalidad para sacar adelante el concierto. El conjunto ofreció una versión aceptable del "Concierto para oboe en do mayor" de Bach (compositor al que estaba dedicada la segunda mitad del programa), permaneciendo bien balanceados y arropando a Ángel Luis Sánchez, celoso siempre de ornamentar las melodías, extrayendo siempre un sonido muy cálido de su instrumento.
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