Lo que se vivió en el exterior del Campoamor: mucha pasión en la espera, una protesta habitual (y otra nada habitual)

La multitud esperó animadamente la llegada de los Reyes y sus invitados, y en la Escandalera se sucedieron las protestas, primero una antimonárquica y luego otra contra la gordofobia

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

No faltó de nada. Un año más, y ya son 44, se repitió el paseíllo de los reales anfitriones, de sus invitados y premiados, por la alfombra azul del Campoamor, y con él la expectación en las inmediaciones del teatro, la gente apretada contra las vallas, buscando un resquicio por el que asomar la cabeza y jalear el espectáculo que se les ofrecía. Tampoco faltaron las protestas, las de los defensores de la república y alguna nueva disidencia.

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VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: David Cabo

Ayer corría un airecillo frío y la lluvia amagó en varias ocasiones, no apetecía mucho atrincherarse a la intemperie en la calle Argüelles, la que tiene la mejor panorámica del acceso al Campoamor, pero a primera hora de la tarde, cuando aún faltaban más de cuatro horas para el comienzo del festejo, ya había un puñado de personas defendiendo su puesto, alguna especialmente previsora sentada en su propia banqueta.

A eso de las cinco la acera ya estaba saturada de gente y los incondicionales de la monarquía y del famoseo se habían apoderado de los mejores sitios. Fueron generosos con los aplausos y con los piropos, se entregaron especialmente con los premiados más populares, como Joan Manuel Serrat o Carolina Marín, y, por supuesto, con los miembros de la Familia Real. Hubo guapas, vivas... Lo acostumbrado.

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Jimena Aller

Entre ese público entregado había habituales, como Meli Álvarez, que lleva años sin perderse la entrada a la ceremonia de entrega de los premios. Ayer acudió con un par de amigas, todas muy arregladas, coquetas y de peluquería. "Es que me hace ilusión. Luego tenemos la costumbre de irnos a merendar", contó. Otros se estrenaban, como Jenni, que a sus seis años acompañaba por primera vez a su madre a las inmediaciones del teatro y que tenía ilusión por ver a una princesa de verdad.

Por allí fueron cayendo, a veces por simple causalidad, algunos grupos de turistas. Una excursión llegada de Navarra, otro grupo de andaluces: "Que no podemos pasar, que no, que esto se acaba aquí. ¡A dar la vuelta!". El ajetreo y los agobios de siempre. Algunos afortunados encontraron acomodo en la terraza de la cafetería que hay frente al teatro, abarrotada. Al otro lado, en la calle Pelayo, la visión estaba entorpecida por las grúas y la tribuna reservada para los medios de comunicación. No era el mejor lugar para otear, desde luego. Allí estaba habilitado un acceso para los invitados que llegaron caminando tranquilamente, a primera hora.

Protesta contra la gordofobia en los premios "Princesa"

Protesta contra la gordofobia en los premios "Princesa" / E. F.-P.

El desfile de gaitas y agrupaciones folclóricas empezó hacia las cinco de la tarde, con la Banda de Gaitas "Ciudad de Oviedo" en cabeza, calle Toreno abajo, por Uría y Argüelles. A esa hora los agentes de la Policía Nacional desplegados por el centro de la ciudad intentaban evitar que la gente retirara el encintado que delimitaba el recorrido, para cruzar de un lado a otro; al rato, ya no era necesario, porque el gentío lo impedía.

La pasión monárquica tuvo su contrapunto en la plaza de la Escandalera. Allí se reunieron los irreductibles de la república. Este año las banderas de Palestina ondearon junto las tricolores, en una concentración convocada por varias organizaciones de izquierdas. José Manuel Fernández, uno de los veteranos en la protesta antimonárquica frente al Campoamor, acudió con su vistosa bufanda, tejida en rojo, amarillo y morado, y su bocina, dispuesto a hacerse oír. "Venimos a defender la república. Antes éramos muchos más y teníamos más terreno geográfico, incluso estábamos por las aceras, delante del Campoamor. Nos han ido encerrando", se quejó. La concentración, que empezó con unas pocas decenas de personas, acabó en alrededor de un centenar.

José Manuel Fernández, en la concentración antimonárquica y propalestina, y a la derecha, la protesta contra la gordofobia, ambas en la plaza de la Escandalera.

José Manuel Fernández, en la concentración antimonárquica y propalestina. / LNE

Cuando los defensores de la república se disolvieron ocupó su lugar otro grupo de disidentes, con una protesta contra la gordofobia y la concesión del premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica a los "padres del Ozempic" y otros fármacos para el tratamiento de la diabetes y la obesidad. Once personas se tendieron sobre el pavimento de la plaza, boca abajo, con un cartel en el que estaba escrito: "La gordofobia perjudica gravemente la salud". De pie, con un megáfono, una de sus compañeras denunciaba "la cultura de dieta" y los intentos de "borrado de los gordos".

Poco a poco todos fueron dispersándose, lo mismo los que aplaudieron a los Reyes y a sus invitados que los que los abuchearon. Muchos acabaron compartiendo barra en los bares de los alrededores, cada uno en su lugar y todos bien avenidos.

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