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Byung-Chul Han, premio "Princesa de Asturias" de Humanidades, en Gijón: “La verdad es aquello que dura en el tiempo, donde podemos demorarnos; nos sujeta y nos orienta”

“Casi me atraen más los pianos de cola que las personas”, bromea el filósofo alemán-coreano en su encuentro con el público en el teatro Jovellanos

Así fue el encuentro de Byung-Chul Han con el público en el teatro Jovellanos

Jimena Aller

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Gijón

Antes de la charla, la música, con Marta Espinós al piano y las Variaciones de Goldberg. Luego la introducción del invitado, extensa, hablando de él como de una especie de monje filósofo. Finalmente, Byung-Chul Han, "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades 2025, apareció en el escenario del teatro Jovellanos, en Gijón, y, sin muchas sutilezas, le echó una regañina al presentador: “Usted se ha inventado algo en mi biografía: que había abierto un libro de Heidegger y me fui a Alemania. Me fui a Friburgo, pero ni siquiera conocía el nombre de Heidegger cuando me fui a Alemania. No sé de donde lo ha sacado. Son noticias falsas, fake news”. Precisamente tenía que pasarle a él, que tanto detesta que se falte a la verdad. "La verdad es el lema de mi vida”, dijo, ya avanzada su comparecencia ante el público del teatro gijonés. “¿Qué es la verdad?", se preguntó, llegado el momento, y él mismo se dio la respuesta: "En su acepción original, en Alemania, es aquello que dura en el tiempo, donde podemos demorarnos, algo que nos sujeta y nos orienta, que da sentido a la vida, la verdad permite la vida y vivir juntos permite la verdad”.

Así de deshinibido se mostró este martes por la tarde, en su primer acto público en esta Semana de los Premios, el filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han. Habló largo y tendido de cómo acabó en Alemania y cómo se adentró en la filosofía y dejó algunas reflexiones filosóficas, no demasiadas. Todo regado con generosas dosis de su personal humor.

El autor de best sellers de la filosofía como “La sociedad del cansancio” y “La sociedad de la transparencia”, de ensayos como "Vida contemplativa" y "El fin de los rituales", conversó sobre el escenario del teatro gijonés con el el profesor, filósofo y escritor andaluz Eduardo Infante. "Conversar" quizá no sea el término más correcto, porque Han se enredó en un monólogo, en el que hiló vivencias y reflexiones filosóficas, que solo se interrumpió diez minutos antes de la hora en la que estaba previsto que finalizara el acto, a las ocho y media, cuando su anfitrión pudo, por fin, hacerle una de las preguntas que le traía preparadas y otra de una persona del público.

Antes de llegar ahí, Han había contado que al escuchar por primera vez a Bach en la radio que había comprado su madre para la casa familiar no pudo evitar pensar que él tal vez él había sido alemán. En otra existencia, se supone. Tras aquello, se dijo: “La vida es demasiado corta como para estudiar metalurgia”, como hubiera querido su padre, y llegó a la conclusión de que la mejor manera de aprovechar esa vida, tan corta, era reflexionar sobre ella, filosofar, en definitiva. Con esa voluntad viajo a Alemania, mintiéndole a todo el mundo, a su familia y sus amigos. Solo se confió con su novia. A todos los demás les dijo que iba a estudiar metalurgia.

Aprendió alemán leyendo a Hegel y a tocar el piano con las Variaciones de Goldberg de Bach. De Hegel no entendió nada, confesó, pero lo mismo que sus compañeros alemanes. El piano consiguió dominarlo, hasta cierto punto, con muchas horas de práctica. “Casi me atraen más los pianos de cola que las personas”, admitió. En su casa, contó, tiene un piano de cola Steinway, como el que está tarde sonó en el Jovellanos, y un Fazioli, italiano, más noble, para su gusto. “Los españoles y los franceses sólo ven la cola o el culo del piano, los alemanes ven sus alas, los americanos solo ven que es grande”, observó, y por eso, admitió, él eligió ir a Alemania, donde los pianos tienen alas y son voladores. Byung-Chul Han hizo incluso alguna confidencia doméstica: a él, que se va a la cama no antes de las cuatro de la madrugada, le gustaba despedir el día interpretando las Variaciones de Goldberg; ahora, tras las quejas del vecindario, las toca al empezar la jornada.

Han confesó que, cuando hace diez años se publicó en España “La sociedad del cansancio”, pensó que nadie lo iba a leer. "En España hay mucha siesta y mucha fiesta”, se dijo. Y lo mismo pensó de los italianos. “El neoliberalismo está acabando con la siesta, nos presiona para que rindamos y ha conseguido impedir a los españoles la siesta”, lamento.

A falta de diez minutos para acabar el acto el presentador consiguió meter baza y planear a Han su primera y única pregunta: “¿Hay razones para la esperanza?”. Antes de contestar, Han se sorprendió: “Creía que había hablado cinco minutos”. Recompuesto de la sorpresa, emprendió una reflexión sobre el pesimismo y el optimismo, sobre las distintas formas del futuro. “Creo que va a haber ese futuro como un tiempo que nos acontezca, vale la pena esperar ese futuro”, expuso. “El problema de hoy en día es que este sistema, el neoliberalismo, que ha liberado a los españoles y los italianos de la siesta, se las trae. No funciona a base de opresión, no prohíbe, no es represivo. Es seductor. No reprime, seduce y explota la libertad”, expuso. Explicó que la autoexplotación es como un siervo que arranca su látigo al amo y se flagela, pero ahora ni siquiera somos esclavos, porque los esclavos se rebelan. Ahora todo es más fácil: “Somos ganado, nos instalamos en una zona de confort, con opciones ilimitadas, nos están engordando con información ilimitada como se engorda al ganado, nos sentimos libres, y como nos sentimos libres no va a haber revolución. El ganado no se revela. Tenemos que volver a convertirnos en personas”, advirtió.

En su opinión, "el capitalismo va a implosionar, las personas se sienten cansadas, depresivas, quemadas, desciende la tasa de natalidad… El futuro es el nacimiento de un niño”, expuso, y ahí cito a Hanna Arendt, que sostiene algo parecido. La esperanza, como Han la entiende en este contexto, radica en estar lo mejor preparados posible para afrontar el colapso del sistema.

Han dejó algunas consideraciones sobre la libertad: “La libertad individual ilimitada no nos da soporte ni orientación”, “ser libre originalmente significa estar rodeado de amigos, ese es el estado en el que es posible ser libre, es estar en comunidad”, “yo apostaría por la libertad en clave de amistad”, y sobre el color de su pensamiento: "Pensar no tiene color, es aclarar, aportar claridad. La filosofía es vincular y crear comunidad". Llegado el momento de despedirse expresó un deseo: volver a escuchar las Variaciones de Goldberg. Marta Espinós se sentó al piano y el acto acabó como había empezado.

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