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Eduardo Mendoza, en Avilés: "Entiendo que "El caso Savolta" o "La ciudad de los prodigios" hayan tenido suerte, pero 'Sin noticias de Gurb' ¿Qué pinta ese?"

El novelista declara su deuda con el asturiano Gonzalo Suárez: "Combinaba el periodismo callejero muy moderno y muy desvergozado"

El escritor Eduardo Mendoza y el librero Rafael Testón, en el escenario del Centro Niemeyer

El escritor Eduardo Mendoza y el librero Rafael Testón, en el escenario del Centro Niemeyer / Mara Villamuza

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

"Que 'La ciudad de los prodigios' o 'El caso Savolta' hayan tenido suerte y mantengan una cierta vigencia, lo puedo entender, porque son novelas, pero 'Sin noticias de Gurb'. ¿Qué pinta ese?" Eduardo Mendoza, que es el premio "Princesa de Asturias" de las Letras, ayer, en Avilés, ejerció de crítico de su arte y también (un poco) de asturiano y (un poco menos) de avilesino.

Lo primero vino a cuento de explicar por qué la historia aquella del marciano que llenó el verano nacional del final del felipismo hizo saltar por los aires su cuenta corriente, lo segundo, cuando habló de Gonzalo Suárez y de Armando Palacio Valdés. Y lo del final sólo fue una mención que se resbaló de las preguntas que estuvo haciendo al premiado el librero gijonés Rafael Gutiérrez Testón: que su abuela -la de Mendoza- era avilesina. Como Pedro Menéndez o el Marqués del Pinar del Río.

Dijo: "¿Quién se acuerda de Armando Palacio Valdés? Sí, quién se acuerda, verdaderamente. Bueno, el hecho de que Palacio Valdés y Suárez sean dos asturianos no influyó para nada en mi predilección. Gonzalo Suárez era en realidad una figura barcelonesa. Era un periodista. Y combinaba el periodismo callejero muy moderno y muy desvergozado. Y crónicas de fútbol y otras cosas que me fascinaban.Y además cuentos y guiones de cine. Bueno, era un hombre prolifacético. Y solo secundariamente era asturiano", explicó el autor del prólogo de la recopilación de las crónicas deportivas del asturiano (es de Oviedo y nunca ha dejado de serlo): se llama "La suela de mis zapatos".

Mendoza estaba sentado en unos sofás sesenteros centrados sobre el escenario del auditorio del Centro Niemeyer -322 metros cuadrados de superficie-: mil lectores convencidos, muchos de ellos habían estado haciendo cola (larga) en la plaza del Niemeyer -la que el propio Niemeyer (Oscar) "abrió a los hombres y mujeres de todo el mundo- para acceder al teatro. Más allá de media hora de espera para acceder a la fiesta de la palabra que había organizado la Fundación Princesa: el novelista barcelonés tenía que contar qué cosas pasaba cuando él se puso a escribir "La verdad sobre el caso Savolta", que fue su primer libro y que lo publicó, precisamente, hace medio siglo (el mismo medio siglo que el dictador Francisco Franco hizo mutis por el foro).

Aspecto de la cola que se formó para entrar en el acto de Mendoza en el Niemeyer.

Aspecto de la cola que se formó para entrar en el acto de Mendoza en el Niemeyer. / Mara Villamuza

Gutiérrez Testón fue el que explicó que todo aquello que había contado Mendoza en su primera novela había minado las maneras literarias españolas de aquellos años de mitad de los setenta (dijo que lo que se llevaba era la novela experimental: no dijo nada más). Mendoza arropó a su entrevistador contando en primera persona todo aquello que había vivido por entonces -hace medio siglo- y es que, precisamente por entonces, Mendoza vivía en Nueva York y trabajaba "en otro edificio de Niemeyer": el de la ONU. Dijo el novelista: "Tuve mucha suerte en aparecer en el año 75. Tuve suerte en que se publicara para el Día del Libro de Barcelona. Esto que luego se llamó Sant Jordi sin ningún sentido: Sant Jordi no sabía leer ni escribir. No sé qué pinta en el Día del Libro". Y añadió: "Aquel día se vendieron 17 ejemplares, me parece. Los compraron los de mi familia, pero luego el libro empezó a dar vueltas. Y aparecieron algunas críticas. Y apareció una muy favorable: creo que se ha reproducido como prólogo de Juan García Hortelano. Que era un hombre de gran autoridad. Ahora ha desaparecido. No tiene presencia, pero en aquel momento era un escritor muy importante: 'Me gusta mucho esta novela. La recomiendo para este verano'".

Aquella crítica salió en "Diario 16", que era el periódico -"que vendía un millón de ejemplares a la semana- y que esperaba anunciar la muerte de Franco en primera página (lo hizo unos meses después de aquella primavera literaria en la que salió a la calle su caso Savolta).

Aspecto del graderío del Niemeyer un poco antes de comenzar el encuentro con Mendoza.

Aspecto del graderío del Niemeyer un poco antes de comenzar el encuentro con Mendoza. / Mara Villamuza

Todo aquello que pasó con la recomendación de García Hortelano -el de "El gran momento de Mary Tribune", por un poner- Mendoza contó que lo vivió "la mar de tranquilo en Nueva York" que, en aquellos días de Serpico y Charles Bronson en las calles, no recibía "ningún periódico" español. O sea, ahí, al otro lado del Atlántico hay un veinteañero políglota que presentó una novela a una editorial y que dio el zambombazo sin que el aludido se hubiera enterado de nada: los setenta se parecen muy poco a los veinte de este siglo. "No había ni comunicación telefónica. Había que llamar a una centralita. Y valía una pasta. Porque yo llamaba por teléfono a mi familia dos veces al año. Y siempre decíamos: '¿Qué? ¿Se oye bien?' 'Sí, caramba, qué bien se oye.Es como si estuvieras aquí'.'Pues, hala, cuelga, que esto es muy caro'".

Y así empiezan las cosas en la vida literaria del "Princesa de Asturias" de este año, una vida larga que se alarga "una vez al año" con una novela nueva en las mesas de novedades. Mencionaron "El laberinto de las aceitunas", "El misterio de la cripta embrujada". Y, por supuesto, "La ciudad de los prodigios' y "Sin noticias de Gurb". Aquí fue cuando trató de explicar las razones del éxito de un folletín veraniego escrito a la trágala que descojonó al personal que empezó su vida lectora en los noventa y que sigue creciendo como un volcán a lo bestia: "Es que en realidad no es un libro, sino un manual de instrucciones, es una propuesta.Porque el que lee el libro ya puede empezar a escribir el suyo. Y la prueba es que en muchos institutos, escuelas, se da a leer este libro, entonces los chicos y las chicas hacen su propio libro. Porque tiene un formato muy fácil de seguir: 'Me he levantado y me he lavado los dientes'. Ahí cada uno mete lo que quiere. Entonces es un modelo para armar. Yo creo que esta es su razón de que todavía se siga vendiendo". Habló también de los problemas que tienen los traductores cuando tratan de explicar las cosas que le pasan a Gurb -sale Marta Sánchez, por ejemplo-:"¿Qué vas a saber, pobre?", señaló el novelista.

La entrevista en vivo contó con el aplauso de los lectorers que se dio cita en el auditorio (recordaron a Xuan Bello, recientemente fallecido, miembro del jurado de las Letras). A lo largo de estos días formularon 45 preguntas para que el moderador, para que el librero Rafael Gutiérrez Testón, se las hiciera al galardonado. Eso fue al final y muchas de ellas fueron de su vida y el humor:

-"He leído unas declaraciones suyas en las que comentaba que en su vida había hecho lo que le gustaba: Escribir y hacer el vago. La pregunta es: ¿Cuál fue el libro que más le impidió hacer lo segundo?" -leyó Testón-.

-Bueno, lo de hacer el vago lo digo un poquito para hacerme simpático -respondió el novelista que hacía tiempo se había quedado con todo el personal.

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