El Sporting de la temporada 2015-2016 quedará marcado en letras doradas por levantar, en numerosas ocasiones, a los seguidores de sus asientos. Como si de una moneda se tratase, los rojiblancos han tenido su cara y su cruz en distintos momentos de la dura campaña que ya expira. En el haber, los rojiblancos lograron gestas que estuvieron al alcance de muy pocos equipos de la Liga, la mayoría con más nivel deportivo y económico en sus plantillas. Y todo ello teniendo en cuenta que los gijoneses partían con cierta inferioridad en esta temporada, al no poder realizar incorporaciones a sus filas, restricciones que pusieron más trabas aún en el camino por la permanencia.

Pese a ello, el Sporting obró su primera machada en la primera jornada de Liga, resistiendo ante el Real Madrid. Los blancos, que jugarán la final de la Liga de Campeones el próximo día 28 en Milán, sufrieron su primer tropezón serio de la Liga en El Molinón. Era el estreno de Rafael Benítez en el banquillo madridista y en Gijón, se dejó unos puntos en el camino que podrían echar en falta para cantar el alirón de campeones este fin de semana.

El equipo de Abelardo logró arañarle al tiburón blanco un empate a su favor a base de tesón y un trabajo infatigable, que niveló la balanza para hacer frente a los Cristiano Ronaldo, Benzema, Bale y compañía. El empate se dio por más que positivo para los intereses gijoneses y quién sabe si la obra podría haber sido de mayor envergadura si el testarazo de Sanabria que acabó en gol fantasma hubiese subido al marcador. Fue la primera muestra de que el Sporting se iba a dejar el alma sobre el césped en cada partido.

Los de Abelardo salieron respondones y se crecieron ante los equipos más punteros de la competición. Quién sabe si el motivo de ello será el de jugar sin ningún tipo de presión al llevar el rival el cartel de favorito. No en vano, la imagen mostrada por los rojiblancos fue más que digna durante toda la competición en este tipo de escenarios. El Valencia, que por aquel entonces estaba inmerso en la fase de grupos de la Liga de Campeones, sufrió lo indecible para vencer en Gijón con un gol en el tiempo añadido de Alcácer. Posteriormente, el conjunto "che" vio como el Sporting lograba su particular "Mestallazo" con un tanto de Sanabria desde el punto de penalti.

Buena cuenta de esta capacidad rojiblanca indomable puede dar el otro finalista de la Liga de Campeones. El Atlético de Madrid sudó la gota gorda para poder superar al equipo de Abelardo en su encuentro en el Vicente Calderón, donde acarició un punto de oro que se desvaneció en el último suspiro. El premio no llegó en aquella ocasión, pero la réplica tuvo lugar en el duelo de vuelta, donde el Sporting demostró que no era una mera coincidencia haberle plantado cara a uno de los equipos más sólidos del continente. El conjunto que dirige Abelardo Fernández logró un épico triunfo en El Molinón por 2-1, con remontada incluida ante el equipo de Simeone, y logrando doblegar en dos ocasiones a Oblak, portero menos batido de Primera. Una gesta que hasta ese momento sólo había logrado el poderoso Barcelona en el Camp Nou.

Y no se detienen ahí las tardes y noches de locura rojiblanca de la temporada 2015-2016, ya que el Sevilla, otro de los grandes finalistas europeos de la temporada, en su caso en la Europa League, también fue superado en Gijón por los rojiblancos. Bajo un intenso aguacero, un gol de Isma López puso el éxtasis en la grada y le daba esperanzas al Sporting para seguir luchando por la salvación.

El Sporting le tomó mejor el pulso a los equipos catalogados como grandes que a los pequeños y encuadrados en "su Liga". Quizás por afrontar estos encuentros sin temor y siendo valientes y atrevidos en cada acción pero, pase lo que pase, el conjunto de Abelardo Fernández ha obrado milagros ante equipos de gran entidad y ha dado muestras de que es capaz de todo, ofreciendo grandes alegrías inesperadas a su parroquia.

El "Matagigantes", volvió a dar síntomas de recuperar su prestigio en la élite y ante el Villarreal, semifinalista de la Europa League, tiene la oportunidad de volver a demostrar que no le tiembla el pulso ante los grandes.