“En la sencillez está el gusto”. Esta es una máxima que puede aplicarse a todos los campos y terrenos de la vida. Por ejemplo, la gastronomía. Son muchas las recetas y propuestas culinarias que existen hoy en día en todo el mundo, pero suelen ser las menos complejas las que permanecen en la memoria, y también en el paladar de los comensales. Lejos de modas y tendencias pasajeras, las combinaciones más básicas, tanto dulces como saladas, son las que más demanda tienen. Por ejemplo, los Carajitos del Profesor. Unas pastas de avellana molida, claras de huevo y azúcar que han colocado a Salas en el mapa internacional y que cumplen 100 años.

Ha pasado ya un siglo desde que Pepín Fernández elaborara estos dulces tradicionales para endulzar los cafés de su negocio, La Casa del Profesor. Por aquel entonces poco podría imaginarse este maestro de música -también era director de la Banda de Salas- reconvertido a hostelero tras la I Guerra Mundial que, en pleno siglo XXI, sus pastas iban a tener esta alta aceptación y demanda. El secreto de su éxito es sencillo: buenas materias primas y mucho mimo en el proceso de elaboración. Por aquel entonces era lento y requería esfuerzo. Se escogía la avellana una a una, se trituraba en un rústico mortero de madera y se machacaba con un pesado mazo de hierro. Lógicamente, la producción no era muy grande, y solía destinarse para los parroquianos. Actualmente se ha dinamizado el proceso artesanal, pero el sabor y la calidad siguen intactos. El negocio hostelero y de entretenimiento, ya que nunca faltaba la música, continuó en las manos de Falín y Carmina Fernández, hijos del fundador.

La segunda generación de la familia al frente del negocio comenzó a fraguar el éxito comercial de los Carajitos, pero no pudieron registrar la marca porque «era una palabra malsonante», explica la familia. En 1977, tras la muerte de Falín Fernández, es su sobrina Marichu Llavona quien toma las riendas del negocio, el cual se traslada a otro local, y registra la marca para distinguirse de las “copias” que empezaban a elaborarse. Aunque se han intentado hacer imitaciones, los auténticos, los Carajitos de siempre, son los que pueden adquirirse en la confitería Los Carajitos del Profesor, abierta tras el cierre del café-restaurante fundado por Pepín Fernández, y regentada por la cuarta generación familiar. Concretamente, sus bisnietas Carmen y Teresa de Aspe Llavona, quienes guardan celosamente la fórmula maestra del Carajito.

Como cien años no se cumplen todos los días, y mucho menos en el sector hostelero y gastronómico, los responsables de Los Carajitos del Profesor han organizado una celebración. Tendrá lugar el próximo viernes, 13 de julio, a las 18.00 horas, en la Casa de Cultura de Salas. El programa comenzará con una mesa redonda en la que participarán, además de los anfitriones, dos representantes de los negocios centenarios ovetenses La Favorita y Camilo de Blas. A su término se entregará el IV “Carajito de oro” a la Fundación Valdés-Salas, digna merecedora de este reconocimiento por su gran labor cultural y formativa. El broche al acto lo pondrá una velada musical en la que se servirá un vino.

Por cierto, si alguien se pregunta el origen del nombre de estas pastas, su historia es simple y curiosa: uno de sus clientes, un indiano de la localidad de Malleza, cada vez que llegaba al local pedía “un carajo de esos”. Un apelativo sudamericano que, cosas de la vida, ha dado nombre a uno de los dulces más deliciosos y afamados.

Nombre: Confitería Los Carajitos del Profesor.

Dirección: C/ Avenida de Galicia, 21. Salas (Salas).

Teléfono: 985.83.08.05.

Horario: De lunes a domingo, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 horas.

Teresa y Carmen de Aspe Llavona.