El Oviedo aguantó el chaparrón como pudo, se puso a cubierto y entonces, cuando vio el primer claro tras la tormenta, expuso su propuesta. La propuesta de un serio candidato al ascenso. El golpe del Oviedo se condensó a 30 minutos de fútbol serio, de juego de equipo adulto: detectó las debilidades del generoso Mirandés y le acribilló por fuera. Consumado el golpe en apenas cinco minutos con Toché como faro, mantuvo el disfraz de conjunto maduro y controló el choque hasta el final sin sufrir rasguños. La puesta en escena se limitó a la última media hora, pero cuando uno tiene una plantilla tan brillante puede resultar devastador. El Oviedo, tras el golpe de Anduva, está preparado para luchar por las primeras plazas.

¿Y el resto de choque? ¿Lo que se jugó fuera de ese paréntesis azul? Lo que sobra de partido mostró a un Mirandés superior, con las ideas más claras y mayor convicción en su propuesta. Analizado con distancia, el gran mérito del Oviedo fue no perder de vista el encuentro en el periodo de dominio del Mirandés. La desventaja podría haber sido mayor.

El acierto de los locales (o desacierto azul, según se mire) fue imponer su guión en el terreno de juego. El partido, durante una hora, no solo se jugó en el escenario elegido por el Mirandés, el coqueto Anduva, sino que también fueron de los locales la mesa, la baraja y las reglas del juego. Había asegurado Egea que su plan pasaba por desactivar al rival a través del balón pero éste fue un objeto aéreo en el primer tramo del choque.

El inicio ya fue un aviso. Salinas probó con la zurda a los 40 segundos y Esteban respondió ágil. A los cinco minutos, el avilesino había sacado dos córners sobre la misma línea de gol, rodeado de cinco camisetas rojillas. El Mirandés lo intentaba por acumulación. Por entonces, la batalla del centro del campo presentaba una victoria clara de los locales.

Al tercer intento desde la esquina, 21 minutos, llegó el premio: Ortiz recogió el centro al tejado para rematar por encima de Peña a la red. Intentó responder el Oviedo profundizando en la banda, clave para desactivar el atrevido 3-3-3-1 que planta Terrazas en el césped, pero Toché llegó un par de veces tarde al remate. Se estaba acicalando para sus citas de la segunda parte.

El dominio en las pequeñas batallas seguía siendo del Mirandés hasta que Egea decidió dar un giro al partido. Probemos con más calidad. Font, adicto al pase en corto, entró en escena. Antes de que pudieran comprobarse sus efectos, el Oviedo se refugió en otro de sus recursos favoritos: el guante de Susaeta. Él puso la falta lateral que Toché remató con alguna zona entre su cuerpo y el de un defensa a gol.

El tanto tuvo efectos efervescentes. A los 68, cuatro minutos después, Koné controló un balón con bote de rugby y abrió a la esquina el área donde Toché esperaba con el gol dibujado en la mente. Chutó al ángulo de abajo, en una definición que podría salir en un tutorial de youtube del perfecto rematador: 1-2. Y, sorprendentemente, el partido murió.

Quizás esos minutos, los que van desde el segundo gol al final, sean la muestra del Oviedo más poderoso. Los de Egea no dudaron, no se echaron hacia atrás, no concedieron ninguna rendija. El equipo fue gregario y valiente en la presión. Salió al campo el juvenil Rivera y parecía que tenía 30 años. Entró después Cervero y se vació en cada disputa. El Mirandés, asfixiado, solo probó con un derechazo desde lejos de Eguaras. Anduva había sido desactivado por completo por un equipo que presenta su candidatura al ascenso con una muestra reducida de 30 minutos. El siguiente paso es aumentar a dosis.