Los detalles, ésa era la clave. Y bien que lo anunció Hierro, aunque las declaraciones pre-partido siempre son peligrosas de interpretar. Por eso de jugar al despiste. Pero el entrenador ofreció un par de días antes del encuentro las claves: "Serán importantes los detalles. Como el balón parado". La premonición se tradujo en dos futbolistas y dos acciones aisladas: Góngora y Verdés, dos defensas. El primero desperdició un penalti, el segundo se alzó más que nadie para rematar y mandar la pelota a la red, previo toque en, precisamente, Góngora. Guiños del destino. 0-1, los detalles.

La ventaja de este Oviedo es que los detalles suelen vivir en las áreas y esa zona, la más trascendente, es la que mejor domina. Su mérito, el que está teniendo desde hace seis semanas, es llevar el partido al ritmo que le conviene. Un encuentro de pocas llegadas es una invitación para que los de arriba muestren sus dotes con el gol. El equipo de Hierro anula al rival sin importarle que él también quede apagado. Es como si disfrutara en el fango. Y además está la estrategia.

Ésa, la del balón parado, era una de las virtudes que más se echaban de menos en el Oviedo. En Segunda, la estrategia es asunto capital.

Susaeta parecía impreciso, con poco tacto en su guante derecho. Después se supo que el pubis no le había dado tregua y de ahí el descanso necesario. Pero Susaeta ha vuelto: como se intuyó ante el Tenerife y confirmó ayer. Su centro milimétrico fue una invitación para que Verdés se levantara para prolongar hacia la portería. Góngora, que minutos antes había desperdiciado un penalti, ayudó al desviar la pelota.

Todo lo que sucedió el resto del partido queda condicionado por esas dos acciones. El dominio del UCAM, la defensa ordenada del Oviedo, las llegadas en segunda línea de los locales, la falta de capacidad de los de Hierro para tranquilizarse con la pelota€ El partido cambió con las apariciones de Góngora y Verdés en una primera parte con más lucha que juego.

La versión más sufridora del Oviedo se vio al inicio de la segunda mitad. Esos quince minutos en los que el dominio del UCAM fue arrollador solo se tradujo en una ocasión clara: un buen despeje de Juan Carlos ante Juanma. Así es este Oviedo, sometido por su incapacidad para enlazar un par de pases pero superviviente por naturaleza. Los de Hierro, como el funambulista, pasean cómodos por el alambre.

El análisis tiene parte de alabanza y de crítica al mismo tiempo. Los equipos que saben sufrir están destinados al éxito, véase el ejemplo del Atleti del Cholo, gregario como pocos.

Pero el problema de los azules es que en ocasiones no saben cómo detener ese sometimiento. Convierten el partido en una exhibición de concentración defensiva sin preocuparse de que, de vez en cuando, hay que dar algún zarpazo para que el rival recuerde que también está expuesto. Salmerón optó por añadir pólvora con la entrada de Jona y Natalio pero todos sus intentos se estrellaron contra ese muro que se llama Verdés. Contestó Hierro con otro giro al guión: Varela como interior y Pereira como agitador arriba. La opción más clara llegó en la única ocasión en la que los azules pasaron del centro del campo, pero la defensa local llegó antes que el gallego.

Como en el Oviedo no existe la tranquilidad, el triunfo se cerró con susto final: un tanto local anulado por fuera de juego. Cerrada la victoria, el equipo alzó los brazos al cielo. El sufrimiento había merecido la pena: el Oviedo ya es cuarto. Y ahí se llega con algo más que detalles.