Se llama Gabriela Abellán y camina con la timidez de los 11 años, despacio, mirando al suelo. Al fondo de un salón repleto le esperan Vila y Varela, futbolistas del Oviedo. Gabriela tiene una pregunta para ellos.

-¿Por qué no vino Susaeta? -se lanza con atrevimiento.

Carcajada general.

A Gabriela le gusta Susaeta porque alguien de su entorno le conoce y le pilla más cerca. Pero, sobre todo, a Gabriela le gusta el Real Oviedo, como le ocurre a la mayoría de los alumnos del Colegio de Educación Especial de Latores, un centro que acoge este curso a 165 escolares de entre 3 y 20 años y que sufren algún tipo de discapacidad: desde trastornos autistas hasta retrasos madurativos o pluridiscapacidad. Ayer, un centenar largo de ellos vivió con emoción e intensidad la visita de los dos futbolistas azules, que no se cansaron de firmar, de posar, de responder y de sonreír. El ídolo, de la mano del fan, y viceversa. Oviedismo de integración.

Porque en el Oviedo caben todos, sin discriminación. Cabe, por ejemplo, Álvaro Bravo, 20 años y sonrisa enérgica, que pide que le hagan fotos para enseñar en su casa, que abraza a Jonathan Vila y le dice que bote con él, como si estuvieran celebrando un gol, y el centrocampista sonríe y lo hace, los dos a botar. Cabe también Omar Fernández, que tiene 15 años y luce una camiseta del Oviedo de las antiguas, o Chenoa, o Paula, o Elena, o Leo o tantos otros niños y jóvenes de mirada tierna y sentimiento azul, casi todos vestidos del Oviedo: unos de azul, otros de negro, otros de verde, otros de rosa. Cualquier camiseta de las de antes sirve mientras lleve el escudo en el corazón.

-¿Cuándo podremos veros en Primera División? -pregunta la pequeña Rocío mientras pide una firma.

-Pues el año que viene ya, ¿no? -contesta Varela, que posa con ella y, de paso, también con alguna empleada del centro.

Allí, en el centro especial de Latores, trabajan 64 profesoras, once auxiliares educativos, 18 personas en el comedor, tres fisios, una monitora de piscina... De lunes a viernes durante buena parte del día para hacerle la vida un poco más fácil a unos chavales que también forman parte de la familia oviedista.

"Para ellos esto es muy emocionante. Llevamos preparando la visita más de una semana", explica Marta Rodríguez de la Flor, directora del centro desde hace once años. Los preparativos se notan. A la entrada del colegio, en el hall, hay una bandera colgada del equipo y varias bufandas. Ella misma luce una camiseta del equipo rosa. Los niños van equipados y también sus familiares y los profesores. "Queremos dar gracias al Oviedo por venir a conocer el centro", agrega. Beatriz Méndez, de la Asociación de Madres y Padres del centro, es de la misma opinión: "Queremos con esto darle un punto de visibilidad al colegio y agradecemos al club su predisposición", dice.

Ellos, los mayores, expresaron de palabra el agradecimiento al club. A los pequeños nos les hizo falta decir nada. Sus caras de felicidad y de alegría ya lo decían por ellos.