Entonces también fue un empate, aunque con un sabor de boca muy diferente. El Oviedo igualaba con el Levante, colista por entonces, en la 29ª jornada de Liga de Segunda de la temporada 2001/2002, la que había sido señalada por todos los estamentos como la del necesario regreso a Primera. El paso por Segunda tenía que ser un paréntesis, se argumentaba desde las altas esferas. Aquella tarde, 24 de febrero de 2002, el Oviedo se situaba tercero (posición que entonces daba acceso directo a Primera) para sumirse después en un letargo de decepciones, intentos de resurrección y éxitos puntuales, una montaña rusa de sentimientos que han alejado a los azules de la Primera División, el sitio que la afición añora desde hace años. Pero Verdés acertó a los 88 minutos y las puertas de la ilusión se abrieron de par en par.

El gol no fue el más estético y el resultado, un empate ante el Lugo, tampoco parece un motivo para celebrar por todo lo alto. Pero los efectos de ese tanto, y de ese empate, sí lo son. Más de 14 años después, el Oviedo se sitúa en posición de ascenso a Primera. Desde aquel 24 de febrero de 2002, el equipo azul nunca había estado tan cerca de la élite del fúbtol como hasta hora. Ha tenido que superar un camino repleto de obstáculos para que la afición tenga motivos de peso para soñar.

El mensaje desde el vestuario es nítido. Los jugadores se han apresurado en señalar que la clasificación es anecdótica, que son más importantes las sensaciones que los números, frío elemento estadístico. Mantener la calma se presume básico en una competición tan igualada. Pero para la afición, la que ha sufrido los vaivenes de la última década, la situación sí invita a la celebración, aunque sea de forma moderada.

El Oviedo es segundo y desde esa posición las cosas se ven de una forma más optimista. Aunque es cierto que un análisis en profundidad de la tabla hace que se imponga la mesura. Por ejemplo, entre el Oviedo y el 12º, el Cádiz, solo hay tres puntos de diferencia. El pelotón de cabeza tiene muchas unidades y un par de tropiezos te pueden llevar de las posiciones cabeceras a rezagarte. El Levante juega una Liga al margen del resto. Lo demuestra otro dato: los de Hierro está a la misma distancia, 10 puntos, del Levante que del Nástic, último.

Hay otra tesis dentro del club azul que sostiene que lo que pase de aquí a fin de año servirá como prueba importante de cara a conocer el nivel del equipo. La sucesión de choques, seis hasta el cambio de año, llevará a los azules a enfrentarse a cuatro equipos de la zona noble. El trayecto se inicia en Huesca, octavo en la tabla a dos puntos de los carbayones, y sigue con un duelo con cartel: ante el Levante, el líder, en el Tartiere. Tras superar ese escollo, los de Hierro se enfrentarán a dos equipos en problemas: Alcorcón, penúltimo, a domicilio y Nástic, colista, en el Tartiere. 2016 se cierra con otros dos choques de envergadura, en La Romareda ante el Zaragoza, undécimo, y recibiendo al Córdoba, noveno en la tabla.

Para los más optimistas, queda otra comparación que empuja a la alegría: los azules llevan esta temporada un punto más que en la pasada a estas alturas y la situación en la tabla es mejor: entonces eran octavos.

La cautela queda para los profesionales, para los seguidores se impone la ilusión ante una situación que llegó con un empate, como en 2002. Entonces, cuentan las crónicas, fue capital el portero, un Esteban que ya dominaba las áreas con agilidad. Aquella temporada no tuvo un final feliz para los azules, tras un pésimo final de campaña. Ahora, el camino está marcado. El guión exige no lanzarse de lleno a la euforia, mantener un perfil discreto y seguir confiando en la defensa, el argumento más fiable para creer en que se mantenga el buen momento. Pero la jornada 42ª, mantienen con firmeza desde el vestuario, aún queda muy lejos.