El patio del colegio de Buenavista I está enfrente de un "cosa blanca muy grande" que se llama Palacio de Exposiciones y Congresos, "el Calatrava" para los ovetenses. El pequeño José Iglesias, cuatro años, ojos saltones y botas nuevas, no sabe, porque es demasiado joven para asimilarlo que ese mazacote que ve cada recreo, que le resulta ya tan familiar, era antes un coqueto estadio de fútbol que forjó un sentimiento que atrapó a miles de oviedistas para la causa azul. Un sentimiento que ahora, sin que lo sepa, le está atrapando a él. A José todo eso no le importa porque tiene delante a Toché y debe enseñarle las botas nuevas con su mirada tímida y su voz suave. Se deja caer al suelo, estira las piernas y se arremanga el pantalón. "Con esas meterás muchos goles", le dice Toché, casi arrodillado, delante de rostros inocentes y asombrados, ternura por doquier. Niños.

El delantero visitó ayer junto al canterano Héctor Nespral el centro para locura de los anfitriones: más de 350 niños de 3 a 12 años que vibraron emocionados con unos ídolos atentos y cariñosos a quienes pudieron tocar, preguntar y fotografiar. Tiene el Oviedo una costumbre, la de acercar a los futbolistas a los niños, colegio por colegio, y repartir entradas para todos (ayer se dejaron 350), que resulta ejemplar en estos tiempos de sospecha por casi todo que se han instalado en el mundo del fútbol.

Porque, en realidad, si el fútbol es de alguien es de niños como estos, pequeños grandes oviedistas que son del Oviedo sin pedir nada a cambio. Ninguno de ellos ha visto al Oviedo en Primera. Pertenecen a la generación nacida fuera del fútbol profesional, pero transmiten la misma pasión que un mayor. Esa es la fuerza del oviedismo, un sentimiento que va de generación en generación, en Primera o en Tercera.

"¿Si os ofrecen un contrato mayor, os vais?", preguntó Claudia Barbón, 11 años. "Estamos aquí para intentar subir al Oviedo a Primera", contestó Toché. "Yo soy de Oviedo de toda la vida, como aquí en ningún sitio", añadió Nespral. Y ahí, los niños, se arrancaron: "olé, olé, olé", bufandas al aire, "vamos, vamos Oviedo", canción de moda en los últimos años.

"¿En qué campo de Primera os gustaría jugar?", preguntó Paula Fernández, 8 años. "En el Calderón, volver allí", respondió Toché. "Yo donde sea con tal de ser con el Oviedo", agregó el canterano Nespral que fue alumno de las Ursulinas.

De Toché para a Cervero

Fue casi una hora de emoción en el que los niños, esta vez, no querían irse del colegio. A Iván Monteserín, que lucía el chandal del Vallobín, Toché le contó que era socio de ese equipo por Diego Cervero, a quien, por cierto, le regaló la camiseta del pasado domingo ante el Nastic después del perfil que el delantero ovetense le dedicó el martes en este periódico.