El segundo golpe no tardó en llegar. Con los azules asentados, estirándose con comodidad, Irureta, meta local, despejó en largo y el balón a la parcela de David Fernández. El central eligió controlar en vez de despejar y Ángel, que huele la presa, se acercó a la escena. El primer contacto del central fue impreciso, perfecto para el delantero del Zaragoza, que controló, encaró a Juan Carlos y le batió con clase. El 1-0 castigó un nuevo error en la zaga azul y supuso una clara invitación a la reaparición de viejos fantasmas.

Aunque al menos, el camino estaba marcado. El Oviedo sabía que debía seguir con su guión inicial. Toché pudo empatar en la jugada sucesiva, tras una combinación con Pereira y una pelota suelta en el área, pero la zaga local estuvo más rápida. El Zaragoza cedió la posesión a los azules y optó por las contras. Así pudo llegar el segundo, pero Juan Carlos tapó el remate en el área de Ángel.

Justo antes del descanso llegó el segundo regalo carbayón. Lanzarote lanzó un sprint en la banda perseguido por Verdés. El central decidió ir a por la pelota con parada previa en la pierna del zaragocista, a una altura exagerada. Lanzarote rodó por el suelo y el árbitro no lo dudó: roja a Verdés. Una ventaja sustancial para los maños, con 45 minutos por delante.

Hierro introdujo inmediatamente a Gil por Linares para formar un 4-4-1 que mantuviera al Oviedo en el partido. El orden ante todo. A ver si podía aguantar al Zaragoza y rascar en alguna acción aislada. El plan, se supone, era llegar con vida al tramo final. Pero los locales torpedearon la idea a los cinco minutos de la reanudación. Xiscu, extremo descarado, centró y Gil chocó con Ángel en el área. El árbitro interpretó penalti que el propio Ángel aprovechó para hacer el segundo y plantar un abismo entre los dos equipos. O eso parecía.

Porque el Zaragoza no quiso apretar, se conformó (o quizás no fue capaz de seguir adelante) y el Oviedo sí dio un paso al frente. Un chut de Susaeta, un par de cabezazos de Toché y un remate fallido de Torró sirvieron para despertar inquietud en una bulliciosa Romareda, pero al Oviedo le faltó algún golpe de suerte. Éste sí llegó en el tramo final, con los azules dueños absolutos del juego. Varela lanzó una falta de forma magistral para despertar la esperanza. Y todavía pudo el Oviedo visitar en un par de ocasiones el área del Zaragoza, aunque sin el botín mayor.

Da la impresión de que el Zaragoza solo fue un invitado pasivo al espectáculo, que todo lo visto, lo bueno y lo malo, lo protagonizó el Oviedo. La lectura sería positiva si los de Hierro no hubieran regalado tantas cosas. La imagen mejora pero el examen fuera de casa sigue suspenso.