El zurdazo fue inapelable: seco, duro, fuerte, empeine total. La pelota abrazó la red y el Tartiere, en plena ebullición, 17.000 locos animando, explotó de alegría. Fue en el minuto 89, cuando mejor sabe, el equipo con la lengua fuera, al límite. Fue el gol del éxtasis, el de la unión, el de la fe, el de la esperanza. Un subidón.

Sucedió que el héroe inesperado fue Jon Erice, uno de los capitanes, el futbolista del Oviedo más discutido por la afición azul. El más escrutado, siempre en el punto de mira, incómodamente observado para todo, casi siempre para lo malo. Y sucedió también que al gol le siguió una celebración polémica: señaló a alguien a la grada con gesto de rabia, después se giró y se señaló la parte de atrás de su camiseta, y después se volvió a girar y a señalar nuevamente a la grada, como si tuviera algo pendiente con alguien, engullido finalmente por Michu, que le abrazó y le frenó precisamente para eso, para evitar malentendidos.

Era tarde. Porque como Erice siempre da que hablar, hubo quien interpretó la celebración como un desafío a la afición. Una forma de reivindicarse ante los pitos. Él rápidamente salió al paso y lo negó. Dijo que la dedicatoria era para José, un amigo que estaba de cumpleaños. José es José Álvarez, abogado ovetense, amigo de Erice desde hace cuatro años. Se conocieron a través de amigos comunes. El sábado, efectivamente, celebró su cumpleaños. "Fue un gesto de rabia contenida porque llevaba tres semanas lesionado. Venía de una lesión y había acortado los plazos para llegar. Se había puesto ese reto de volver pronto. En ningún momento quiso encararse con la grada. Nunca. Le fastidia mucho que se pueda decir eso", explica José a este periódico. "El es consciente de los pitos y sabe que la única manera de dar la vuelta a eso es con trabajo y esfuerzo. Sabe también que su juego no es vistoso, pero procura dar el 100 por 100 cada día", añade. El propio Erice fue en esa línea tras el partido: "Me dio mucha alegría cuando vi que el balón entraba. Tuve una sensación que me suele pasar pocas veces. Han sido tres semanas que no estoy acostumbrado a estar parado", dijo.

Sea como fuere, lo cierto es que hay un pequeño sector del oviedismo que tiene en la diana al futbolista navarro y, con más o menos intensidad, casi siempre le silba. Lo haga bien, mal o regular. Le acusa de ser uno de los responsables del follón del año pasado que acabó en la salida del exentrenador Sergio Egea del club a mitad de temporada, extremo que él ha negado.

En el Oviedo son conscientes de la situación. Saben que hay una parte de la afición que todavía no ha cerrado esa herida, de ahí las constantes llamadas de Hierro a olvidar ese pasado. La última, el mismo domingo. "Erice es un jugador que nos gusta tener a todos los entrenadores. Somos de los que pensamos en el presente y en el futuro, no buscamos nada en el pasado", dijo el malagueño. No es la primera que lo hace. En enero, tras perder ante el Sevilla B, improvisó una rueda de prensa en mitad de la semana para ir en la misma dirección: "No nos puede pasar lo del año pasado ni estar pendientes de eso, la herida tiene que cicatrizar", dijo entonces el técnico.

Erice convive con eso desde hace meses y le incomoda. Su amigo José le defiende: "Hay una imagen vendida de él que es la opuesta a la real. Es un tipo tranquilo, familiar y muy cercano, sobre todo cuando lo conoces. Huye de la farándula y es todo nobleza", asegura.

Nacido en Pamplona en 1986, Jon es el pequeño de dos hermanos. Cuando era niño, su padre abrió un gimnasio en Vilada (Navarra) especializado en judo que hoy regenta su hermano mayor. Él empezó a practicar este deporte y llegó a destacar a nivel nacional, pero lo dejó para seguir en el fútbol. Su padre falleció cuando él era joven y eso marcó su vida. Se casó a los 19 años y a los 21 ya era padre de su primera hija. "Quiso pronto hacer una familia por eso", asegura José. Hoy, a los 30 años, Erice tiene 3 hijos (9, 6 y 3 años). Cuentan quienes le conocen que les lleva al colegio por la mañana y les va a recoger después de entrenarse en El Requexón. Pasa la tarde con ellos en actividades extra escolares y, cuando puede, va a ver a su hijo entrenarse con el Vallobín.

Íntimo amigo de Susaeta, vive en el centro de Oviedo y suele ver mucho fútbol en televisión. Llegó a Oviedo hace cuatro temporadas y siempre ha sido titular. Ha marcado, con el del domingo, 4 goles. Jugó 21 partidos en su primera temporada (20 de titular) y 35 el año del ascenso (23 de titular). El curso pasado disputó 38 encuentros (27 de inicio) y, esta campaña, acumula 22 (16 de titular). El navarro fue el domingo el héroe inesperado con un gol que levantó al Tartiere. Fue el gol de Erice. Pero, lo más importante, fue el gol de todo el oviedismo.