En todo el primer acto, el Oviedo solo se acercó al área rival a balón parado. Pobre argumento para alguien que aspira al botín mayor. La primera mitad se explica en los medias puntas: Julio Álvarez pareció en todo momento más cómodo que Borja Domínguez. Una diferencia decisiva.

El Oviedo encaró el descanso como un paso por el campamento base cuando escaseaba el oxígeno. El parón solo debía traer consecuencias positivas. Aunque no fue así de primeras. A los 50 segundos de reanudarse el choque, Mateu advirtió con un chut cruzado y un minuto después Del Moral rozó el poste desde dentro del área.

Como la batalla de medias puntas parecía perdida, Hierro optó por cambiar las piezas. Entró Michu por Borja. En el estadio de Los Pajaritos, el vuelo del ave fénix. Al margen de cuestiones emocionales (la aparición de Michu sigue excitando al equipo al mismo tiempo que a la grada), pareció un intento por adueñarse de los balones aéreos, pero el Numancia mantuvo el monopolio de la pelota. La opción más clara llegó a los 65 minutos: Julio Álvarez disparó desde la frontal y el balón, tras tocar en el poste, se paseó por la línea. Juan Carlos respiró aliviado. El Numancia había malgastado su bala más efectiva. Aunque aún quedaba la réplica al terremoto. Valcarce, siempre bullicioso, se coló por una rendija del muro defensivo y cruzó con furia. Juan Carlos detuvo con los puños.

El Numancia había apurado toda su munición y el Oviedo sonrió como si todo formara parte de su plan. A los azules siempre les queda una opción, hasta en las tardes más grises. Y esta aún no había llegado. A los 80 minutos se vivió la jugada con la que había soñado el oviedismo. Berjón la puso rasa en el corazón del área y Muchu impactó de estético tacón. El balón se colaba hasta que Calvo lo despejó sobre la misma línea. Demasiado bonito para ser verdad. Quizás, desde el análisis futbolístico, también hubiera sido injusto.

La jugada sirvió como amenaza al Numancia: también podían perder su escaso bote. Así que los dos equipos decidieron sacar la bandera blanca y hasta el final solo hubo nervios, algún balón colgado y murmullos de impaciencia en la grada local.

El punto, juicio futbolístico al margen, permite al Oviedo seguir respirando aire limpio, el que abunda por la cima, en la zona de play-off. Queda una semana menos y se ha dado una pequeña zancada más.