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ANÁLISIS

Un cumpleaños feliz

Con sólo seis partidos fuera de casa por disputarse, la intensidad y la actitud son innegociables

Los jugadores observan los fuegos artificiales al final del partido. JULIÁN RUS

Cuando se habla del época del barro del Oviedo siempre recuerdo una anécdota vivida en Tajonar, ciudad deportiva de Osasuna. Jugaban los azules allí ante el filial del conjunto pamplonés y lo hacían, como habitualmente, apoyados por sus incondicionales. La llegada de vehículos alteró la tranquilidad de la apacible ciudad deportiva. Tanto, que dos aficionados clásicos de Osasuna, de esos que se echan horas viendo a las categorías inferiores, comentaban con sorpresa la expectación: "¡Tanta gente para ver un partido de filiales!".

El Real Oviedo llevaba unos años desaparecido del mapa futbolístico pero al aficionado más clásico se le hacía imposible pensar que ese histórico club, que tantos años había permanecido en la cumbre, peleara entonces cuerpo a cuerpo con filiales y rivales de rango inferior. No podía ser el Oviedo; tenía que ser su segundo equipo. Fue en esa época, cuando el club se ausentó de los mapas futbolísticos, cuando se empezó a formar una nueva personalidad basada en la supervivencia.

En aquellos tiempos se afianzó la idea de celebrar el aniversario con la intención de vivir el momento. Nadie sabía qué sería del club al año siguiente, así que lo mejor era celebrar la supervivencia. Un día más con vida en una isla desierta, esperando la ayuda. Y la ayuda llegó. Desde todos los frentes del globo, y con la guinda en forma de apuesta mexicana: la llegada de Carso aclaró el panorama.

Pero el oviedismo nunca olvida su pasado. Tiene claros sus orígenes, sabe los errores que ha cometido y los enemigos que le han querido dinamitar. Por eso se sigue celebrando el aniversario como un día grande. Lo que en otros lugares podría sonar exagerado (los 91 años no suponen ninguna fecha redonda) en Oviedo tiene todo el significado del mundo. Quedó demostrado el sábado: el oviedismo, ya en el mapa del fútbol nacional, ubicado al fin por cualquier aficionado, encara el futuro con optimismo. Ahora que la despensa está llena, se sigue celebrando la alegría de seguir vivos.

Balas contra perdigones

Como demuestra esta breve introducción, los motivos para festejar son evidentes, pero siempre se espera por la guinda. El partido que corona los actos de festejo del aniversario siempre es un arma de doble filo. Suponen un punto extra de efusividad para la grada pero las distracciones toda la semana son evidentes. El Oviedo sí estuvo a la altura de las expectativas y contribuyó de la mejor forma posible al homenaje. Lo hizo imponiéndose a un equipo con mayúsculas.

El Girona llevó el dominio de la pelota pero el partido estaba en el limbo desde el primer momento. El mérito azul fue limitar la superioridad visitante y convertir el partido en una cuestión de aciertos en el área. Ahí siempre tiene ventaja. Coris falló la suya (emergió Juan Carlos) y Toché embocó en la suya. El murciano no desaprovechó un genial servicio de Johannesson y Juan Carlos volvió a aparecer después. Jugadas en el área, detalles. "Nosotros disparamos con perdigones y ellos con balas", resumió Machín. La pólvora, ese valioso aliado.

Seis pruebas serias

Quedan 11 partidos y el Oviedo está donde quería estar a comienzos de temporada. Quizás lo único que rompe los esquemas es que el ascenso directo esté tan lejos, algo inusual en Segunda. Pero el equipo está vivo, está en la pelea. En esta situación se entienden peor situaciones como la del cuarto de hora inicial de Vallecas. El Oviedo no puede perder el duelo de la intensidad. Bajo ninguna circunstancia. Ya lo dijo Hierro: "Nadie puede ganarnos en ilusión". Tenerife es otra nueva prueba de nivel. Con solo seis partidos fuera por disputar, la intensidad y la actitud son innegociables. Después, que resuelva la pólvora.

El Girona, un equipo

El Girona tiene motivos de sobra para lamentarse en las últimas temporadas. La mala fortuna en la recta final le ha privado en dos ocasiones de lograr el ascenso, un sueño que esta vez vuelve a tener en la mano. Mientras otros equipos se centrarían en maldecir su mala suerte y apelar a la justicia divina, el club catalán se ha dedicado a seguir trabajando. A mantener el rumbo. Pablo Machín es uno de los mejores entrenadores de Segunda, con una mezcla de sentido común, discurso sosegado y capacidad para sacar rendimiento a sus futbolistas. Ese dibujo con 3 centrales esconde a un conjunto tenaz, capaz de interpretar las diferentes situaciones del partido y con clara vocación ofensiva. Su forma de expresarse es desplegarse por las bandas y acumular gente en el área, con un ejército de centrocampistas nómadas, sin residencia fija en el campo.

Por méritos, el ascenso debería ser suyo. Pero el fútbol solo atiende a los resultados. Y las experiencias pasadas pueden lastrarle emocionalmente si algún perseguidor llega a la recta final con opciones.

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