Mientras el fútbol, ciencia inamovible, espera la llegada del VAR (el uso del vídeo para las jugadas polémicas), los errores arbitrales seguirán embarrando algunos partidos. Especialmente aquellos que se definen en una acción aislada, en un chispazo. Ayer se vio el mejor ejemplo, con el errático Pérez Pallas como protagonista. Aitor Sanz se dispuso a chutar y Erice fue al choque a por el balón, en una de esas acciones que ni siquiera llegan a carga legal. El colegiado vio penalti ante la sorpresa de los protagonistas, chicharreros incluidos. Fue esa acción puntual la que sirvió para tumbar a un buen Oviedo. Uno de los más serios fuera de casa. La noticia positiva es que el equipo ofrece garantías ante un hipotético play-off. La mala, la sensación de bala perdida en el intento de persecución del Girona.

La del penalti no fue la única ocasión en la que el colegiado levantó el enfado oviedista, hubo muchos detalles, pero sí fue la acción decisiva. Con Aitor Sanz mirando perplejo para el árbitro, una nube de camisetas azules se situó tras él. El colegiado, aturdido por la situación, se dirigió a Erice, según la versión del vestuario carbayón, en los siguientes términos: "El penalti no lo haces tú. Lo hace Jon Erice". Incluso Aitor Sanz reconocía tras el partido que no había pasado nada. Del caos nace esa jugada, decisiva para explicar el resultado y para clamar por la introducción del VAR en el fútbol actual.

La acción condiciona el análisis de un partido que mostró a un buen Oviedo, superior, al fin, a su rival en su estadio. Le dolerá esa acción a Hierro que tras el choque clamó por el protagonista a sus chicos antes que al hombre del silbato. Aquello del fútbol es de los futbolistas.

Y dejando por un momento a Pérez Pallas en segundo plano, analizando lo visto en el césped, la lectura es positiva para el Oviedo. Son tres puntos menos en el camino, doloroso tropiezo por el resbalón del Girona, pero es una derrota con olor a confirmación. Con la sensación de que con este equipo se puede ir a la guerra. También al play-off.

Hasta el momento del penalti, el Oviedo había cerrado con sobriedad los ataques del Tenerife, focalizados en Amath. Hierro le dio a Rocha la banda derecha, formando con Fernández (novedad en el lugar de Johannesson) y liberando a Susaeta por el centro.

Los azules se acercaron al gol en una segunda parte de dominio

Y la decisión tomada por Hierro dio aire a los azules, dominadores absolutos. El Oviedo se hizo con la pelota, abrió los flancos y aparecieron los espacios. Y Susaeta siempre supo cómo ocuparlos. Con pocos toques, apareciendo y oxigenando el juego. La pelota fue, poco a poco, acercándose a la meta de Dani Hernández.

El primero en probar al portero venezolano fue el propio Susaeta, con una falta frontal que el guardameta despejó con apuros. Costas lo intentó después con la zurda, en un rechace en el área. Volvió Susaeta a la carga: zurdazo cargado de veneno. La más clara llegó justo antes del descanso. Nando se encontró un rechace de una falta lateral y centró con tacto al área. Allí emergió Torró para tocar de cabeza y entre Dani Hernández y el larguero impidieron el gol.

La jugada descrita a los 15 minutos había cambiado drásticamente el choque. El Tenerife se echó atrás, temeroso de perder su jugosa renta. El Oviedo transformó la rabia por el polémico penalti en buenas ideas y cuero a ras de suelo. Fue, esa primera parte, una de las mejores imágenes de los azules fuera de casa en lo que va de temporada. En un ambiente cargado, ante más de 17.000 seguidores contrarios, el equipo se comportó de forma adulta.

El descanso alteró poco el guión. El Oviedo seguía siendo protagonista aunque se echaba en falta mayor presencia en el área. Alguien que encendiera la mecha a Toché. También pesó el arbitraje en este punto, que penó cada disputa cerca del área del Tenerife. A los 56 minutos, Christian Fernández y Toché lo intentaron de forma consecutiva con la cabeza. A los 69 fue Toché con un zurdazo, en posición escorada. A los 72 despejó Hernández un barullo, en una de esas acciones que finalizó en falta atacante. La misma solución que se vio a los 86. Remate de Michu (que acaba de entrar al campo tras dura pugna con el cuarto árbitro) en el área y el colegiado señalando falta en ataque otra vez. El Oviedo se estrelló una y otra vez contra las barreras que surgieron en el camino.

El partido murió en el área del Tenerife como no podía ser de otra forma, con una sensación de injusticia ante lo sucedido. Pero cuando ese sentimiento ceda, que lo hará, se impondrá otro. El de orgullo por la imagen del equipo en un escenario hostil. Con este Oviedo sí se puede pelear. Está preparado para los desafíos. Siempre que los elementos externos no aparezcan en el camino, claro.