"Si no fuera por los años del Oviedo en el barro, seguramente el fútbol me hubiera dejado de gustar". Sergio Cortina (Oviedo, 1980) experimenta la misma paradoja que muchos oviedistas. Los años en el barro, las temporadas en las que el club compitió en Tercera y Segunda B con esperanzas mínimas de supervivencia, se han convertido, con perspectiva, en una seña de identidad. Una cicatriz que marca el carácter. Lo que debía ocupar un lugar residual en la memoria se ha convertido, superada la fase, en un recuerdo importante, símbolo de una afición que se resistió a ver morir a su equipo y lo llevó en volandas de nuevo al primer plano.

A través de sus vivencias personales, el periodista Sergio Cortina recuerda capítulos importantes de la historia reciente del oviedismo en su libro "Saliendo de la calle Oscura", que hoy se presenta a la librería Cervantes a las 19.00 horas. "Siempre había barajado la idea de escribir un libro sobre el Oviedo. Aunque no tenía clara la temática. Me seducía mucho escribir sobre Berto. Creo que su historia tiene mucha miga", indica Cortina. El enfoque cambió cuando desde "Libros del KO" se pusieron en contacto con él. "Saliendo de la calle Oscura" se une a la colección "Hooligans ilustrados", que ofrecen una visión diferente sobre clubes del panorama español, como Madrid, Espanyol, Atlético, Real Sociedad... Y ahora, el Oviedo.

Lo suyo con el club azul fue un flechazo. Una visión premonitoria en el baño de un bar. "Entre bidones de cerveza y una pila de listines telefónicos desfasados, surgió un póster del Oviedo de la temporada 1987-88", escribe en el libro. Aquel equipo, el de Miera, le hizo convertirse. Porque la visión azul de Cortina no se limita a lo sucedido a partir de la caída al precipicio de 2003. Antes de eso, liga su infancia a otro Oviedo diferente, el que lucía su nombre por los campos de Primera con orgullo. Aunque la afición tampoco era exactamente igual. "Era crítica en aquellos años. Mucho más que ahora. Supongo que al final, después de tantos años seguidos en Primera, a todo se acaba acostumbrando uno", argumenta. Lo ejemplifica en el libro, con un divertido capítulo en el que un exigente aficionado mostraba una fijación extrema con Dely Valdés, el delantero panameño que deslumbró en los 90. "Tenía miedo que me quedara un libro con un tono demasiado triste", confiesa.

Los claros llegan con los ascensos, semanas de ritual para el autor: una canción, un gesto, tocar los puntos clave del Tartiere. Ahí están reservadas las alegrías. También en las muestras de oviedismo desinteresado. "Los relatos que más me llaman la atención son los de 2003. Esa gente anónima que se sentó con un listín telefónico para ir llamando y tratando de sumar socios. Y la dignidad con la que Rivas asumió el reto", señala. Ahora, una vez abandonada la calle Oscura, el futuro se presenta con optimismo.