Aquella semana se respiraba en Oviedo una euforia contenida que no se recordaba en mucho tiempo. Lo de la euforia venía por la situación liguera: el equipo se había situado segundo tras empatar con el Lugo en el Tartiere. Tras más de una década, los azules estaban en posición de ascenso a Primera. El final feliz al plan de retorno tan anhelado. La contención venía impuesta por el calendario: en noviembre, cualquier festejo es absurdo. El caso es que el Oviedo viajó a Huesca con el pecho hinchado y la sensación de que su solidez iba en aumento. Hasta que los de Anquela le dieron un golpe con efectos muy perjudiciales. Aquel 4-0 hizo mucho daño.

"Tenemos ganas porque en la primera vuelta fueron muy superiores". Michu, el primero en intervenir ante los medios esta semana, fue el que lanzó la referencia. Para el vestuario, aquel recuerdo está nítido. Por cómo se produjo y en el momento en qué llegó. El Oviedo defendía posición de privilegio y al descanso se llevaba un 3-0 a la caseta. Ferreiro adelantó a los de Huesca a la media hora con un lanzamiento de falta y Melero hizo el segundo a la salida de un córner. El tercero llegó al galope y lo firmó Borja Lázaro. Con los azules entregados, Ferreiro puso el 4-0 final.

El partido sirvió para aprender un par de cosas. Que sin intensidad no puedes sacar réditos en Segunda División es la lectura más importante. Pero también enseñó las virtudes del Huesca: explota como pocos el balón parado (lleva seis en la presente temporada) y sabe lanzarse con velocidad a los espacios. Y suele crear peligro en el juego aéreo. Así lo muestran las estadísticas: los de Anquela son el equipo de Segunda que más goles ha hecho de cabeza, con 11.

El golpe fue inmediato y el Oviedo cayó de la segunda a la séptima posición de la tabla. Además, aquella derrota propagó sus efectos nocivos durante varias semanas. Fue el inicio de la peor racha de los de Hierro en la competición. Hasta entonces, el Oviedo se había comportado como un equipo rocoso, no especialmente atractivo para el espectador pero apto para la lucha. Siempre daba la cara.

Pero aquellos 90 minutos en El Alcoraz cambiaron el panorama. Y llegaron más tropiezos, todos ellos lejos del Tartiere: 5-1 en Alcorcón, 2-1 en Zaragoza, 5-3 ante el Sevilla Atlético y 3-0 en Almería. Fueron cinco derrotas consecutivas con muy malas sensaciones, como refleja el cómputo de goles: 5 a favor y 19 en contra. La dinámica se cortó de raíz en la 25.ª jornada, en Miranda, con aquel 0-2 que dio alas a los azules.

Ahora, superada aquella crisis que se inició precisamente en El Alcoraz, aunque los números fuera de casa siguen siendo deficientes (ya van tres derrotas seguidas), el Oviedo se aferra al "factor Tartiere" (siete victorias de forma consecutivas) para poner tierra de por medio con un rival directo al que tendrá difícil recuperar el gol average. Aunque todo parece posible ante los efectos mágicos del estadio ovetense en este 2017.