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Toda una vida

Vili: "Salí del Oviedo como entré, de puntillas"

"El día 24, que cumplo los 61 años, me jubilo; están cayendo las bombas muy cerca"

Evilasio Sánchez, Vili, en las instalaciones de San Gregorio. JULIÁN RUS

Nací en 1956 en Llanes, en la plaza de La Magdalena, pero soy de La Guía porque a los tres años nos fuimos a vivir a una casa cerca de la capilla. Tengo tres hermanos: María Covadonga, la mayor; yo soy el segundo y después José Agustín, Pepe, y la pequeña, Begoña. Me llamaron Evilasio, como mi padre, al que se lo había puesto mi abuelo, que era de Salamanca. Mi madre, Justina, es de Pendueles.

Mi padre trabajó en Cubana de Aviación y después montó una agencia de viajes en Llanes. Tenía mucha conexión con México, por los indianos. Había jugado de portero en el Llanes, pero nunca lo vi. Al que vi jugar cuando era pequeño fue a Germán Ojeda, que era muy buen futbolista.

Un balón bajo el brazo

De pequeño siempre andaba con un balón. Era zurdo cerrado, aunque una vez metí un gol de falta con la derecha. Me la tocaron en corto, mal, y no tuve más remedio que pegarle con la derecha. Y entró. En el colegio me amarraban la mano izquierda para que escribiese con la derecha.

Jugábamos en un prado delante de casa, con unas porterías marcadas con piedras y jerséis. Salíamos de la escuela y a jugar. Hasta que, cuando se hacía de noche, llamaba mi madre. Después llegó la bicicleta. Y las peleas con los del barrio. Tuve un maestro, que había jugado en el Orense y en el Atlético de Madrid, Bouso, que me decía que llegaría a ser futbolista.

Empecé jugando de extremo. Era rápido, goleador y muy hábil con el balón. Luego, con el tiempo, me volví un torpe. Con 15 años me fichó el Llanes. Como en aquella época no había juveniles entré directamente en el regional. Me marcaba gente de 27 o 28 años y entonces no se enseñaban tantas tarjetas como ahora. Saltaba más que corría. Tenía miedo, sobre todo en algunos campos donde rascaban. En el Llanes hubo jugadores extraordinarios, como Masu, un central, Tinín, que era un espectáculo, o De la Granda. Un buen equipo y, además, éramos amigos.

No es que yo destacara mucho, pero tenía cosas. De aquella estaba de médico en el Oviedo Pablo Gonzalvo, que tenía casa en Llanes. Me vio jugar y habló con mi padre. Aunque tenía una oferta del Ensidesa, como iba a estudiar Empresariales me venía mejor el Oviedo. Habló con Luis Diestro para entrar en el filial. De aquella no veía futuro en el fútbol. Era un entretenimiento. Y como el Oviedo me pagaba la pensión, ese dinero que me daba mi padre lo gastaba en otras cosas.

La rivalidad

Que yo haya sido del Sporting hasta los 18 años es hasta normal. A Oviedo tardaba tres horas y media y a Gijón, por la costa, hora y media. Además, mi padre era del Sporting. Un tío y mi padrino, del Oviedo. En Llanes jugábamos con camisetas del Oviedo y el Sporting. Yo me ponía siempre la del Sporting.

El Oviedo

Mi primer sueldo en el Vetusta, en 1973, fueron 5.000 pesetas, más primas. Pagaba tres mil y pico de pensión, en la calle Carpio. Noté mucho el cambio porque en Llanes era feliz. Echaba de menos a la familia y a los amigos. Y el mar. Vivía al lado de la playa. En Oviedo pronto hice buenos amigos, como Pichi, Santacatalina o Escudero. Al principio lo más importante para mí era la carrera. Cuando empecé a jugar en Segunda B ya fue el fútbol. Cambié Empresariales por Turismo porque mi idea era montar una agencia de viajes.

El gran día

Pasé al primer equipo la temporada de Segunda B. Al principio no entraba en las convocartorias. Hasta que el sábado antes de un partido se lesionó Vicente. Como Laguna tenía que pasar a jugar de central, me llamaron para que viniera urgentemente desde Llanes. La sorpresa me la llevé cuando llegué al vestuario y el entrenador, Lalo, dijo que el 3 era para Vili. Ganamos 2-0 al Caudal y la única tarjeta fue para mí. A partir de ahí lo jugué todo. Hice socio del Oviedo a mi padre y venía a todos los partidos.

Yo siempre tiro para la cantera. De aquella había mucha gente de la casa. Ascendimos y seguíamos siendo muchos. Los proyectos serios tiran de la cantera, por lo menos clubes como el Oviedo.

El ascenso

En 1976 el Oviedo estaba en Primera. El descenso a Segunda B fue una debacle. Teníamos mucha exigencia. En la última jornada ganamos en el Tartiere 1-0 al Pegaso, pero dependíamos del Mirandés, que jugaba en casa frente al Langreo, que no se jugaba nada. Estábamos en el vestuario, convencidos de que no había nada que hacer, hasta que llegó alguien gritando que había marcado Atilano. Creo que nuestra prima acabó en manos de los jugadores del Langreo. Para mí fue una temporada redonda: debuté con el primer equipo, jugué todos los partidos y ascendimos.

La consolidación

Me hicieron ficha profesional. Seguí estudiando, pero no pude ser muy constante. Pasé a cobrar 125.000 pesetas de ficha, más otras 125.000 si jugaba 25 partidos. Luego el sueldo de soltero, 27.500 pesetas.

El Oviedo se consolidó en Segunda con altibajos. Más bajos que altos. Hubo años en que el campo estaba muy mal. Era fútbol de fuerza. Hubo una temporada en que no perdimos ningún partido en casa, sólo empatamos cinco. Vicente y Antuña me ayudaban mucho.

De los entrenadores de aquella época me llevé muy bien con Nando Yosu. Tuve una lesión grave en el tobillo y desde el primer día me dijo que no me preocupase, que el puesto era mío. Cuando me recuperé, en los primeros partidos me costaba, pero me siguió poniendo. También tengo buenos recuedos de Luis Costa, José Luis Romero, José María y Antonio Ruiz.

De Segunda B a Primera

Un año llegamos a bajar, pero hubo una reestructuración de Segunda en la que tuvo mucho que ver Juan Mesa, que tenía fuerza en Madrid. Pasamos por una huelga de futbolistas, por la que me pegaron muchos palos. Sólo pedíamos que nos incluyesen en la Seguridad Social y que eliminasen el derecho de retención. Con Daniel García Yagüe fichábamos un montón de jugadores cada temporada. Luego llegaron Bango y Eugenio, que es mi segundo padre.

Tuve una oferta del Espanyol. Incluso me planteé aplazar la boda porque lo teníamos casi hecho. El Espanyol daba un dinero y dos jugadores, pero el Oviedo quería solo dinero. Era una buen oportunidad porque mejoraba mucho económicamente y el Espanyol estaba en Primera. A finales de los 80 pensé que nunca jugaría en Primera.

Entonces llegó la promoción de ascenso con el Mallorca, que tenía un equipazo. Pero nosotros también teníamos jugadores muy cotizados. Otra vez la cantera. Ahí incluyo a gente como Sañudo, Gorriarán o Quique Herrero, jugadores que manden en el campo.

La batalla de Malllorca

Aunque ganamos 2-1 en el Tartiere, la gente no creía que pudiésemos subir. Covi, mi mujer, consiguió llenar el avión a última hora. El ambiente fue muy duro. El día anterior, a la puerta del hotel, nos tiraban botellas de cava. Después hicimos un partido perfecto, con una seriedad tremenda. Me fastidió no jugar por lesión. Estuve de comentarista para Radio Asturias.

La llegada a Asturias fue inolvidable. Las dos horas que tardamos por la autopista, el recibimiento en Oviedo.

Tenía otro año de contrato. Con Miera lo tenía claro porque era muy sincero. Vio cómo estaba, con bastantes problemas físicos.

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