La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Partidos con historia | Carlos Tartiere, 19 de septiembre de 1991

Felicidad en Oviedo

Los azules se estrenan en competición europea con una victoria ante el Génova en plenas fiestas de San Mateo de 1991

De pie, por la izquierda, Viti, Jerkan, Gorriarán, Luis Manuel y Zúñiga. Agachados, Lacatus, Elcacho, Bango, Viñals, Berto y Carlos.

Las fiestas de San Mateo de 1991 son de las más felices que jamás haya habido en Oviedo. Desde luego futbolísticamente no tienen rival. En pleno disfrute festivo el Oviedo se estrenaba en una competición europea, la Copa de la UEFA. Y ante un oponente de lujo, el Génova, debutante como el equipo azul en tales lides continentales, pero asimismo procedente de una competición del más alto nivel, como la italiana, con lo que ya de por sí era de temer. El espectáculo se presumía extraordinario y no defraudó para nada, con la guinda para los locales de que salieron vencedores de un formidable partido.

El Génova tenía cierto paralelismo con el Oviedo. Con un pasado inicial glorioso, también había vivido su travesía del desierto, con muchas temporadas posteriormente en Segunda, pero desde su último ascenso a la máxima categoría, en 1989, disfrutaba de una clara progresión. A ello ayudaban claramente los tres extranjeros que de aquella se permitían, el brasileño Branco, que no pudo jugar en el partido del Carlos Tartiere por lesión, el uruguayo Aguilera y el checo Skuhravy, que habían colaborado de forma decisiva a que el equipo acabase nada menos que cuarto en la poderosa Serie A de la temporada 90/91, sólo por detrás del Sampdoria (el otro gran equipo de Génova), el Milán y el Inter.

El Oviedo, por su parte, había finalizado sexto, pero pudo meterse en la Copa de la UEFA, para la que se clasificaban los cuatros equipos siguientes al campeón, en este caso el Barcelona, el cual lógicamente iba a la Liga de Campeones, al ganar la Copa el Atlético de Madrid, que había sido segundo en la Liga, y estar obligado a inscribirse en la Recopa, destinada a los vencedores del torneo del KO. El equipo colchonero venció por 1-0 al Mallorca en un partido que no se resolvió hasta la prórroga. El tanto de Alfredo fue de lo más celebrado por los oviedistas que veían cómo de nuevo el nombre del Mallorca volvía a estar ligado de forma muy favorable a su historia.

El Oviedo había regresado a Primera División en 1988 tras imponerse en una dura promoción al conjunto balear. El equipo entonces entrenado por Vicente Miera supo defender el 2-1 a favor de la ida pese a la manifiesta hostilidad con la que fue tratado en el partido de vuelta en el Luis Sitjar, pero el formidable trabajo defensivo ejercido por los oviedistas dio sus frutos en forma de un empate a cero, que acabó con muchos años de frustración, no sólo por las frecuentes y prolongadas estancias en Segunda desde el descenso de 1965 sino porque hasta había caído a Segunda B, por primera vez en su historia, en 1979.

No era pese a todo la primera vez que el Oviedo conseguía una clasificación que podía haberle metido en el sorteo de una competición europea, pero el tercer puesto de la campaña 62/63 no tuvo ese premio al estar reservada en sus inicios la participación en la Copa de Ferias, el antecedente de la Copa de la UEFA, para precisamente clubes representativos de ciudades que organizaban Ferias Internacionales. De ahí que aquel gran equipo azul se quedase sin ese reconocimiento, aunque no deja de ser curioso que los dos grandes baluartes de la plantilla, Paquito y Sánchez Lage, disfrutasen de ese torneo, pero en el Valencia, al que fueron traspasados al final de temporada, y con el que se proclamaron subcampeones en 1964, tras perder con el Zaragoza de Los Cinco Magníficos (Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra) en la final.

Pero el Oviedo después del sufrido ascenso en Palma había cogido carrerilla y tras mantenerse con toda solvencia en la primera temporada del regreso a la máxima categoría, todavía con Miera como entrenador, tampoco tuvo problemas para resolver favorablemente en la siempre segunda difícil campaña, ahora ya con Javier Irureta en el banquillo, y sentar las bases para un impresionante salto cualitativo plasmado en ese sexto puesto final en 1991.

Cuando llegó al Oviedo la experiencia de Irureta como técnico de Primera División se limitaba a veinte partidos, con el Logroñés, pero los informes que manejaba el club azul hablaban de un técnico responsable, que sabía sacar lo mejor de los jugadores a partir de la prudencia táctica, cualidades que se confirmaron al cien por cien en el trabajo diario con los azules. El club azul puso en manos de Irureta una buena plantilla, una sabia combinación de jugadores de la cantera (Viti, Luis Manuel, Berto, Bango) y refuerzos nacionales e internacionales y el que como jugador fuera un centrocampista destacado, sobre todo en el Atlético de Madrid, tuvo el acierto de llevar al club a un acontecimiento histórico.

El Tartiere vivió uno de sus grandes días, con una afición azul que respondió una vez más a la llamada de su equipo, ansiosa de vivir en directo las grandes emociones que prometía el partido, convertido a la postre en inolvidable con todo merecimiento, pues al estreno europeo se sumaron momentos de buen fútbol, tensión, la incertidumbre del resultado, dado lo apretado que iba el marcador y también el colorido y los ánimos de las localidades reservadas a los italianos, cuyo desplazamiento masivo supuso que el aeropuerto de Asturias registrase un nuevo récord de vuelos.

Bango fue el autor del único gol de un partido que pudo haber sido más favorable para los azules, que supieron contener bien al difícil rival, y que pudieron haber sacado más fruto de su buen juego de no haberse enredado un jugador de sangre caliente como Lacatus en las triquiñuelas rivales, lo que a su vez descentró algo a sus compañeros.

Pero si el rumano no había comprometido bastante las opciones de su equipo en el primer partido, lo hizo definitivamente en el segundo, al ser expulsado, y propiciar un arreón con todo de los genoveses, incluida ayuda arbitral, del alemán Aron Schmidhuber, y gol de última hora de Skuhravy, que también había abierto el marcador, que les daba el pase (3-1, con el tanto azul marcado por Carlos).

Pero aún con todos los condicionantes perjudiciales para el Oviedo que se dieron en el partido en Italia, es evidente que aquel Génova no era cualquier cosa, como lo demuestra que posteriormente eliminase también al Dinamo de Bucarest, al Steaua de Bucarest y al Liverpool, para caer en semifinales con el Ajax, pero no sin presentar dura batalla al que sería a la postre el campeón, el equipo que entrenaba Louis Van Gaal, vencedor en la final del Torino. El de Oviedo fue además el único partido que perdió como visitante, pues ganó al Steaua y al Liverpool, y empató con el Dinamo y el Ajax.

Compartir el artículo

stats