Hay un poco de todo en las variaciones en los planes de Anquela. La necesidad de algunas decisiones es evidente. Las lesiones asolan al Oviedo en el inicio de temporada y Anquela, discurso valiente aunque preocupación por dentro, se ve obligado a cubrir las ausencias. Pero también influye la mano del técnico. Anquela disecciona previamente cada partido, intuye por dónde pueden ir los tiros y hace su apuesta. Estudioso de la categoría (tiene una base de datos que amplía todos los lunes personalmente), de momento siempre ha introducido algún matiz para reforzar a su equipo. La consecuencia es que el Oviedo ha presentado cuatro alineaciones diferentes en las cuatro jornadas disputadas.

Para entender las elecciones de Anquela conviene contextualizar. Hay que remontarse a agosto, en plenas pruebas veraniegas, cuando un choque fortuito de Diego Fabbrini alteró de forma sustancial los planes del entrenador. Anquela se había decantado en sus últimos equipos por un 4-2-3-1 en el que el papel del media punta era fundamental. Lo fue Julio Álvarez en el Numancia y Samu Saiz en el Huesca. Ese rol estaba reservado para un futbolista en el que el club había puesto muchas esperanzas después de un importante esfuerzo en su contratación.

Pero la pieza maestra se perdió y Anquela se vio obligado a reinventarse. El mercado no ofrecía muchas opciones, y las que había eran caras, por lo que Anquela probó otros dibujos. Preguntado por la posibilidad de jugar con dos delanteros, el técnico explicó, en pleno verano, que le parecía una solución útil en el Tartiere. Por entonces sus inquietudes se dirigían a situar a otros futbolistas en la media punta y ensayar con el 4-3-3.

Al primer envite liguero, el Oviedo llegó sin Fabbrini y Varela, lesionados, y sin muchos de los fichajes cerrados a última hora. Los azules pusieron en liza ante el Rayo un 4-4-2 con la referencia de Linares y Toché arriba. Los dos encargados de merodear el área y los primeros en dirigir la presión. La prueba dejó buenas sensaciones y un mal resultado.

La idea de que el equipo competía en cualquier escenario se reflejó en Almería donde Ñíguez se unió al parte de lesionados. Dispuso Anquela un 4-1-4-1 con Rocha como ancla y Johannesson de improvisado extremo. La otra novedad se situó en el centro de la zaga, con Carlos Hernández en lugar de Valentini. El planteamiento fue acertado, con Folch y Hidi ayudando a Toché en la presión arriba. El lunar fue no mantener la ventaja lograda en la segunda mitad.

La enfermería empezó a preocupar a partir de la tercera fecha.