Lo de Toché en El Molinón parece un gol pero es algo más. La imagen del murciano, erguido hacia el fondo del estadio mientras extiende el brazalete, acapara el post-derbi. Esa instantánea pasa directamente al álbum de recortes del oviedismo. Como la carrera exultante de Kily ante Mosconia, las lágrimas de Aulestia en Mallorca o las planchas de Cervero sobre el césped. No, lo de Toché no es solo un gol. Es un símbolo. Pasados unos días, asumido todo lo que supuso el derbi, Toché atiende a LA NUEVA ESPAÑA para contar sus sensaciones y plantearse nuevos retos. Le acompaña en la entrevista el brazalete más famoso.

Ve el balón entrar en la red y, ¿qué siente?

-¡Buf! Emoción. No solo por el gol, también por lo que significa. Más que por mí, siento alegría por la gente. Sientes una felicidad inmensa porque sabes que hay gente que llevaba mucho tiempo esperando el derbi. Y yo tuve la suerte de ser capitán y de ayudar al empate.

- ¿Cómo vive la jugada del empate?

-Estoy pendiente del rechace. Sabía que Mariño algunas veces deja rechaces y ahí estoy. ¿Qué hacía ahí? No sabría explicarlo. Intuición, supongo. Remato de primeras, como me gusta a mí, y va para adentro.

- Dice que Mariño alguna vez rechaza los disparos. ¿Estudia a los porteros?

-Esto viene de hace algunos años, de cuando jugaba en el Depor, y lo propuse al llegar a Oviedo. Sergio Segura (entrenador de porteros) elabora un video de unos 5 o 10 minutos sobre el portero rival, con sus virtudes y sus defectos, y un rato antes del partido me lo enseña. Hay delanteros que prefieren tener menos información pero a mí me ayuda.

- Volvamos al gol. ¿Lo del brazalete lo tenía pensado o es improvisación?

-Tenía pensado que si marcaba haría algo diferente y en ese momento me salió así. Este brazalete transmite un sentimiento. Lleva la cruz de la Victoria, el escudo del Oviedo y el lema. En ese brazalete íbamos todos los oviedistas. Se lo quería dedicar a la afición. Soy consciente del significado que ha tenido.

-Se suben al autobús para ir a Gijón. ¿Huele a derbi?

-Se respiraba tensión. La gente estaba más eufórica que nunca. Muchas veces vamos dispersos por el bus pero no esta vez; íbamos todos juntos en la parte de atrás. Miguel (Linares) trajo un altavoz para poner música en alto. Cada uno iba con su historia en la cabeza pero con ganas de llegar y vivir un derbi.

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