En plenas fiestas de San Mateo, el Oviedo descorchó el champán, alzó el brazo para brindar y compartió con un Tartiere en ebullición un trago exquisito. El más sabroso del curso por la puesta en escena propia, por el empaque del rival y por una consecuencia picantemente simbólica: 14 años, 9 meses y 22 días después, un mundo, los azules miran a su máximo rival en Asturias por el retrovisor. El dato, irrelevante para la clasificación, tiene un montón de significado para quienes derraparon con el equipo en el precipicio, que fueron muchos. Sólo es, en realidad, un paso más en la constatación de que este Oviedo, de la mano de Anquela, está volviendo de verdad.

El trabajadísimo triunfo ante el Cádiz, equipo con clara pinta de aspirante, refrendó el buen tono del grupo azul, que ya marcha en el pelotón de los favoritos tras un duelo muy igualado que se llevó el Oviedo porque creyó más, porque dominó algo más y porque Toché, otra vez Toché, acertó primero en una de las pocas ocasiones. El murciano, 35 años el próximo uno de enero, tiene el colmillo de un chaval y batalla contra su anochecer con la misma naturalidad con la que Folch, un recién llegado, se atribuye el rol de líder en el centro del campo.

La jornada sonrojó a quienes advirtieron excesiva la celebración del punto en El Molinón, como si no supieran que lo que se festejaba era mucho más que el punto. El derbi, ya se ha visto, a quien le ha puesto el brazalete bueno es al Oviedo, capaz a estas alturas de competir con quien sea, de venirse arriba frente al líder llegue del Norte o del Sur, de Gijón o de Cádiz, en casa o fuera. La victoria, conste también, aplaudió la valentía de Anquela con los cambios. De nuevo, otra vez los goles llegaron tras movimientos en el banquillo. El Tartiere brindó por la victoria con un impresionante rugido final, conectado con el equipo como no se recordaba. Ayer, en Oviedo la vida fue también un Carnaval.Folch dio equilibrio y Berjón llevó el peligro junto a Aarón Ñíguez

Porque, destensado el ambiente que rodea los Oviedo-Cádiz, sin comunicados cruzados ni sobreexcitación, el Oviedo le brindó a los 155 del Carranza, que siguen presentes, un triunfo que arroja una serie de buenas noticias: la vuelta de Aarón Ñíguez y su espléndida conexión con Saúl Berjón, el infalible olfato de Toché, el tercero del tridente, el despliegue imponente de Folch, el buen partido de Rocha, siempre en el foco, y la interesante muestra de Owusu, fuerte y veloz escorado a la derecha. El Oviedo concedió poco, aguantó bien plantado al Cádiz, tuvo colmillo en el momento justo y serenidad y temple después para poner a salvo la ventaja.

Fue un partido difícil de roer. El Oviedo amaneció con la intensidad y el coraje con la que se despidió en Gijón. Anquela descabalgó a Mossa, dio carrete a Ñíguez por detrás de Toché y devolvió a Berjón al costado izquierdo, ahí donde muestra su mejor versión. Sucedió que el equipo carbayón se encontró enfrente a la horma de su zapato. Como los azules, el Cádiz, menguado también por las bajas, está pensado para jugar directo y vertical, presión y orden atrás y velocidad arriba. Así que del choque de propuestas similares, de dos equipos incómodos con la pelota, resultó una primera parte igualada, de más dominio azul, con el balón para el de casa y sin apenas ocasiones.

Después de una llegada de Christian sin peligro, la más clara la tuvo Berjón superada la veintena. El ovetense se encontró con un rechace dentro del área, pero echó el cuerpo atrás y remató por encima de la portería. Por el carril zurdo envidaron los azules durante todo el partido. En la otra banda se echó en falta un mayor protagonismo del joven Yeboah, desdibujado y falto aún de acoplamiento. Sus mejores minutos fueron a la vuelta de los vestuarios, antes de ser sustituido por Owusu, que dejó un buen sabor de boca en su debut en casa.

Los azules repitieron protagonismo tras el descanso con otra salida fulgurante: una falta de Yeboah alta y un disparo de Christian cruzado en dos minutos. El Cádiz, ordenado, nunca le perdió la cara al partido. Carrillo, titular por el castigo a Barral, no acertó a enganchar una pelota en el área. Esa jugada, y el posterior disparo de Aitor, único entre los tres palos de los andaluces en todo el partido, advirtió de que el rival estaba vivo. El desenlace pronto pareció claro: quien marcara primero hacía bingo.

Y así fue. Toché cazó una asistencia precisa de Berjón. Controló con la derecha, armó la pierna izquierda, vio hueco debajo de las piernas de Cifuentes y llevó el delirio a las gradas tocándose el brazalete en su celebración. El tanto no frenó al Cádiz, que fió a las galopadas de Salvi el empate y murió en el área del Oviedo. Tampoco alocó al Oviedo, que se arremangó. La galopada de Toché y Berjón para desbaratar en área propia una contra del Cádiz, en el minuto 80, es la prueba de que, el esfuerzo y la implicación, no se negocian con Anquela.

Como dos recién casados, el Oviedo y su afición comparten cosquilleo en el estómago en este amanecer ilusionante de una Liga que, por larga y cambiante, obliga a mantener prietas las filas para cuando se tuerza el tiempo y desaparezcan las burbujas. De momento, inmune al pellizco de las bajas, este Oviedo funciona, motiva y ofrece argumentos para soñar fuerte. La adrenalina robada en Gijón y la difícil chirigota interpretada ayer en el Tartiere completan un cuadro esperanzador cuando se cumple el primer mes de competición. Sabe el oviedismo, curtido en las batallas más duras, que partidos como el de ayer, contra un rival que se presume directo, dan mucho empaque, pero sabe también que conviene desapasionar la mirada, posarla en Albacete y sólo en Albacete y saborear estos días el mojito como lo que es: un aperitivo de septiembre que debe afianzarse domingo tras domingo. El Oviedo merece un brindis en estas fiestas, pero se impone más celebrar este camino convincente que lleva a mayo. Allí es donde, si todo sigue como ahora, toca pasarse a las copas.